11 mar 2011

Banco: Diccionario de Voltaire

BANCO La banca es un cambio de dinero por papel. Hay bancos privados y bancos públicos. Aquéllos hacen operaciones por medio de letras de cambio que un particular os entrega para que recibáis vuestro dinero en el lugar indicado. El primero recibe el medio por ciento, y su corresponsal, donde vais a cobrar, recibe otro medio por ciento cuando os paga. Esta primera ganancia es un convenio entre ellos y no es necesario advertir al comprador.

La segunda ganancia, mucho más considerable se consigue por el valor del dinero. Esta ganancia depende de la inteligencia del banquero y la ignorancia del que remite el dinero. Los banqueros se entienden entre sí hablando una jerga particular, como los químicos; y el profano, no iniciado en esos misterios, suele ser su víctima. Dicen por ejemplo: «Remitimos de Berlín a Amsterdam lo incierto por lo cierto; el cambio está alto, a treinta y cuatro o treinta y cinco». Y hablando ese lenguaje, el hombre que cree entenderlos pierde un seis o un siete por ciento; de modo, que si hace quince viajes a Amsterdam, remitiendo siempre dinero con letras de cambio, al final los dos banqueros se habrán quedado con todo el dinero del remitente. Esto es lo que ordinariamente hace adquirir a los banqueros una extraordinaria fortuna. Si preguntáis qué es lo incierto por lo cierto, os contestará por mí el ejemplo que acabo de presentaros.

En Francia se trató de establecer un Banco del Estado en 1717, tomando como ejemplo el de Inglaterra. Tuvo por objeto pagar con billetes de ese banco los gastos corrientes del Estado, recibir las imposiciones del mismo modo y satisfacer las deudas con billetes, entregar sin descuento las cantidades que giraran sobre el Banco los franceses o los extranjeros, y de esa forma asegurarle un gran crédito. Esa operación doblaba el valor del dinero emitiendo billetes del Banco mientras hubiera moneda corriente en el reino, y lo triplicaba si, emitiendo doble número de billetes que valor tenía la moneda, se tenía cuidado de efectuar los pagos en el tiempo preciso, porque acreditándose la caja todos dejarían en ella su dinero y así adquiría un crédito tres veces mayor, como le ocurría al Banco de Inglaterra.

Muchos hacendistas y banqueros opulentos, envidiosos de Law, inventor de este banco, trataron de arruinarle desde su fundación, y coaligándose con los comerciantes holandeses libraron contra él todos sus fondos en el espacio de ocho días. El gobierno, en vez de suministrar nuevos fondos para efectuar los pagos, único medio de sostener el banco, quiso castigar la mala fe de sus enemigos, y mediante un decreto dio a la moneda un tercio más de su valor real, con lo que cuando los agentes holandeses se presentaron para que les satisficieran los últimos pagos sólo recibieron en dinero las dos terceras partes de sus letras de cambio. Pero ya habían dado al banco el gran golpe y éste quedó exhausto, y el alza del valor numerario de la moneda acabó de desacreditarle. Esa fue la primera época de la destrucción del famoso sistema de Law. Desde entonces, ya no hubo en Francia banco público, y lo que no había acaecido a Suecia, Venecia, Inglaterra y Holanda en sus épocas más calamitosas, sucedió a Francia cuando nadaba en la paz y la abundancia.

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