21 jun 2010

Fracasos en Hollywood. ¡Qué ruina de película!, Juan Tejero

Aunque no soy en absoluto adicta a las críticas de cine, es indudable que existen fiascos incluso en Hollywood. El que una película sea o no buena, que un actor sea loable o no, está abierto a gustos personales intransferibles.

En cualquier caso, la publicación de la segunda parte del libro ¡Qué ruina de película!, de Juan Tejero, rememora algunos fiascos del denominado Nuevo Cine Americano.

La Información

El éxito de una película depende de muchos factores, aunque en el fondo sea una tómbola. Se pueden tener los mejores directores, las estrellas más taquilleras y un despliegue de medios sin precedentes y fracasar. Todos los años, junto a aquellos largometrajes que han conseguido recaudaciones millonarias, encontramos otros que no han cubierto gastos. De estos fracasos se nutre Juan Tejero en el libro ¡Qué ruina de película! Los fiascos del Nuevo Hollywood.

Después de hablarnos de los grandes naufragios taquilleros del cine clásico en un volumen anterior, el escritor y crítico nos sumerge en una etapa de Hollywood, aquella que va desde finales de los sesenta hasta los primeros ochenta, poblada de directores con ínfulas de autor, costosos musicales y estrellas maduras en franco declive. Aquí os resumimos sólo parte del contenido de un libro apasionante.

Elizabeth Taylor
La actriz de éxitos como Un lugar en el sol (1951), Gigante (1956) o La gata sobre el tejado de zinc (1958) no vivió su mejor época taquillera en los años sesenta y setenta. Cleopatra (1963), con su desmelene de millones, fue un primer aviso de la tendencia al fracaso de la mítica intérprete. No obstante, la cantidad de fiascos de la época es realmente grande. Reflejos en un ojo dorado (1967), La mujer maldita (1968), Ceremonia secreta (1968), El único juego en la ciudad (1970), Salvaje y peligrosa (1971), Pacto con el diablo (1972), Una hora en la noche (1973), Ash Wednesday (1973), The Driver’s Seat (1975) o El pájaro azul (1976) fueron verdaderos desastres. Sólo ¿Quién teme a Virginia Wolf? (1966) y La mujer indomable (1967) consiguieron dar verdaderamente dinero.

Marlon Brando
El hombre que había cautivado al mundo con su belleza y dotes como actor con títulos como Un tranvía llamado deseo o La ley del silencio empezó su declive a finales de los sesenta con meteduras de pata del calibre de Queimada (1969), Candy (1968) o Missouri (1976), que no pasarán a la historia como lo más granado de su filmografía. Incluso llegó a compartir pantalla en Reflejos en un ojo dorado con la reina del naufragio de la época: Elizabeth Taylor. Algunos achacaron esta falta de interés por sus películas a su declive físico. Sin embargo, y para desmentirlo, tenemos dos grandes éxitos de esa época, El Padrino (1972) o El último tango en París (1972), donde el actor no lucía precisamente como un seductor.

Dr. Dolittle (1967)
Richard Fleischer, director de películas como 20.000 leguas de viaje submarino (1954) o Los vikingos (1958), se dejó tentar por Dr. Dolittle, un musical sobre un hombre que habla con los animales. Sin embargo, lo que parecía que iba a ser un éxito familiar al estilo Sonrisas y lágrimas (1965) se convirtió en una verdadera decepción. Un protagonista indeciso y con problemas de alcohol, el siempre aristocrático Rex Harrison, complicó las cosas rechazando compañeros y desdeñando guiones. Todo ello hizo que el presupuesto subiera hasta niveles estratosféricos. La climatología más bien inclemente del pueblo inglés elegido como primera localización, los problemas con los animales del rodaje y mil impedimentos más ayudaron a convertir la cinta en un fracaso.

Casino Royale (1967)
Esta muy libre versión cinematográfica de la novela homónima de Ian Fleming fue un verdadero despropósito. Cinco directores, entre los que se encontraba John Huston, seis guiones y una verdadera retahíla de estrellas, donde sobresalen los nombres de David Niven, Orson Welles, Ursula Andress o Jacqueline Bisset, no impidieron el fracaso de esta presunta parodia de la saga Bond. Sólo los chistes de Woody Allen en el filme han soportado el paso del tiempo.

La leyenda de la ciudad sin nombre (1969)
Quizá lo más recordado de esta película sea Lee Marvin cantando Wandering Star, la única canción que conoció éxito de este musical creado originalmente para las tablas por Alan Jay Lerner. Fue precisamente el autor de la obra de teatro el que dio gran parte de los problemas durante la filmación. Él fue el que se impuso en muchas ocasiones a un director, el veterano Joshua Logan, que perdió el control del rodaje. Los problemas derivados de filmar en exteriores no ayudaron precisamente a reflotar el barco. El público tampoco tuvo al filme entre sus favoritos de aquel año.

New York, New York (1977)
Martin Scorsese decidió convertir este filme, ambientado durante el auge de las bandas de swing en los Estados Unidos, en su peculiar homenaje al musical clásico. Sin embargo, a diferencia del Hollywood de la edad dorada, donde se podía filmar un largometraje musical con un presupuesto no demasiado elevado, gracias al equipo contratado por el estudio para este tipo de filmes, rodar un filme de estas características en los setenta era muy caro. El alto coste de la cinta y el desinterés del público por el género musical, algo de lo que había dejado constancia fracasos como Star! (1968) o Hello, Dolly! (1969), convirtieron a la cinta en un fiasco taquillero.

1941 (1979)
El Rey Midas de Hollywood conoció uno de sus primeros fracasos con esta comedia bélica inspirada en la historia de un submarino japonés que atacó la costa californiana durante la Segunda Guerra Mundial. La falta de mano de Steven Spielberg con la comedia y los problemas de John Belushi, uno de los protagonistas de la película, con las drogas no permitieron que el barco llegara a buen puerto. Al director de Tiburón le costaría hablar del filme durante mucho tiempo.

La puerta del cielo (1980)
La película de Michael Cimino es considerada como una de las responsables del hundimiento de los estudios United Artist. El director, que acababa de ganar un Oscar por El cazador (1978), repescó un antiguo guión suyo sobre la guerra de Johnson County para llevarlo a la pantalla convenientemente reescrito. El cineasta batió con esta película el record del millón de pies de celuloide, una marca que hasta entonces ostentaba Apocalypse Now (1979). Por si fuera poco, el dinero destinado a la compra de cocaína para el equipo fue realmente escandaloso. Si a ello le sumamos repeticiones de escenas, varios remontajes y añadidos de prólogos y epílogos nos encontraremos con un coste realmente desproporcionado. Todo ello para dar a luz un western que es considerado por algunos como uno de los peores de la Historia.

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18 jun 2010

5 razones para no beber agua embotellada

Beber agua embotellada es costoso, inútil y - contrario a la creencia popular, no más saludable que el grifo.
Por Chris Baskin

El agua embotellada es agua saludable –o por lo menos así nos quieren hacer creer en marketing. Basta con mirar las etiquetas o los anuncios de agua embotellada: profundas piscinas de agua de manantial prístino; majestuosas cumbres alpinas; personas activas y saludables tragando agua embotellada helada entre la bicicleteada en el parque y un viaje al estudio de yoga.

¿Quieres algunas sólidas razones para dejar el hábito del agua embotellada? Hemos ampliado hasta cinco para empezar.

1) El agua embotellada no es un valor
Tomemos, por ejemplo, Aquafina de Pepsi o el agua embotellada Dasani de Coca-Cola. Ambos se venden en tamaños de 20 oz y se pueden adquirir en máquinas expendedoras de refrescos - y al mismo precio. Suponiendo que usted puede encontrar una máquina de $ 1, eso funciona a 5 centavos la onza. Estas dos marcas son esencialmente agua de grifo filtrada, embotellada cercana a sus puntos de distribución. La mayoría de las aguas municipales cuestan menos de 1 centavo por galón.

En realidad, el agua embotellada es simplemente agua. Este hecho no impide que la gente compre una cantidad increíble. Estimaciones diversas ubican en todo el mundo las ventas de agua embotellada entre $ 50 y $ 100 mil millones cada año, con el mercado creciendo a un ritmo sorprendente anual del 7 por ciento.

El agua embotellada es un gran negocio. Pero en términos de sostenibilidad, el agua embotellada es un pozo seco. Es costoso, inútil y nos desvía del anillo de bronce de la salud pública: la construcción y mantenimiento de sistemas seguros de agua municipal.

Consideremos ahora otro líquido muy vendido: la gasolina. Tiene que ser bombeado fuera de la tierra en forma de petróleo crudo, enviada a una refinería (a menudo al otro lado del mundo), y enviado de nuevo a su estación local de llenado.

En los EE.UU., el precio promedio por galón es de alrededor de $ 3. Hay 128 onzas en un galón, lo que pone el precio actual de la gasolina en una fracción de más de 2 centavos de dólar la onza.

Y es por eso que no hay escasez de empresas que quieren entrar en el negocio. En términos de precio frente a los costos de producción, el agua embotellada deja mal parada a la Gran Industria Petrolera.

2) No hay agua más saludable que el agua de grifo
En teoría, el agua embotellada en Estados Unidos cae bajo la autoridad de reglamentación de la Food and Drug Administration (la Agencia de Alimentos y Medicamentos). En la práctica, cerca del 70 por ciento del agua embotellada nunca cruza las fronteras estatales para la venta, por lo que resulta exento de la supervisión de la FDA.

Por otro lado, los sistemas de agua en el mundo desarrollado están bien regulados. En los EE.UU., por ejemplo, el agua municipal es competencia de la Environmental Protection Agency (la Agencia de Protección Ambiental), y es inspeccionado regularmente por bacterias y sustancias químicas tóxicas. ¿Quiere saber cómo van las cuentas de su comunidad? Vea en Environmental Working Group's National Tap Water Database (la Base de Datos Nacional del Agua de Grifo del Grupo de Trabajo Ambiental).

Mientras que los grupos de seguridad pública señalan acertadamente que muchos de los sistemas municipales de agua están envejeciendo y sigue habiendo cientos de contaminantes químicos para los cuales no se han establecido normas, hay muy pocos datos empíricos que sugieren que el agua embotellada es más limpia o mejor para usted que su equivalente del grifo.

3) El agua embotellada significa basura
El agua embotellada genera hasta 1,5 millones de toneladas de residuos plásticos al año. De acuerdo con Food and Water Watch (Vigilancia de Alimentos y Agua), el plástico requiere hasta 47 millones de galones de petróleo al año para producirse. Y mientras que el plástico utilizado para embotellar bebidas es de alta calidad y demandado por los recicladores, más del 80 por ciento de botellas de plástico no son más que desperdicio.

Eso implica botellas vacías que realmente llegan al cubo de la basura. Los residuos plásticos se encuentran ahora en un volumen tal que enormes remolinos de basura plástica ahora giran sin cesar en los principales océanos del mundo. Esto representa un gran riesgo para la vida marina, matando aves y peces que confunden nuestra basura con alimento.

Gracias a su tasa de descomposición lenta, la gran mayoría de todos los plásticos que se hayan producido todavía existen - en alguna parte.

4) El agua embotellada significa menos atención a los sistemas públicos
Mucha gente bebe agua embotellada porque no les gusta el sabor del agua de distribución local, o porque se cuestiona su seguridad.

Esto es como andar con una fuga lenta en su neumático, y no llevarlo a ser parcheado. Sólo los muy ricos pueden darse el lujo de sustituir su consumo de agua embotellada a las fuentes. Una vez alejado de los sistemas públicos, estos consumidores tienen pocos incentivos para apoyar la emisión de bonos y otros métodos de mejora de tratamiento de aguas municipales.

Hay mucha necesidad. En California, por ejemplo, la American Society of Civil Engineers (la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles) estimaba el requisito de $17.5 mil millones en mejoras a la infraestructura del estado del agua potable en fecha tan reciente como 2005. En el mismo año, el estado perdió 222 millones de galones de agua potable en tuberías con fugas.

5) La privatización del agua
En el documental Thirst (Sed), los autores Alan Snitow y Deborah Kaufman demostraron la rápida privatización en todo el mundo de los suministros municipales de agua, y el efecto que estas compras están teniendo en las economías locales.

Al agua se la está llamando el "oro azul" del siglo 21. Gracias a la creciente urbanización y población, cambio de clima y contaminación industrial, el agua dulce se está convirtiendo en el recurso más preciado de la humanidad.

Las corporaciones multinacionales están interviniendo para comprar los derechos de distribución de aguas subterráneas en todos los lugares donde pueden, y la industria del agua embotellada es un componente importante en su campaña de comercializar un producto de lo que muchos consideran un derecho humano fundamental: el acceso al agua segura y asequible.

¿Qué puedes hacer tú?
Hay una alternativa simple al agua embotellada: comprar un termo de acero inoxidable, y usarlo. ¿No te gusta la forma en los gustos locales del agua de grifo? Filtros accesibles de carbono convertirán a la mayoría del agua del grifo en fresca y espumosa en una fracción del costo del agua embotellada.

Considera tomar Compromiso de No al Agua Embotellada de la Food and Water Watch (Vigilancia de Alimento y Agua). Conserva agua siempre que sea posible, y está al tanto de los problemas del agua local.

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11 jun 2010

Falsificación de obras de arte a subasta

Si algo da el hambre es astucia y ¡qué mejor filón, que el arte! Eso tan relativo como lleno de valor, está dando un importante juego (en euros) a los profesionales del engaño. “Cena in Emaús”, de Caravaggio o “La mujer con sombrero”, de Matisse, son algunas de las obras mejor falsificadas de la historia que, después de lograr -con exquisito atino- la perfección de sus originales, han sido adquiridas por manos privadas o museos estatales como auténticas. Grandes como la National Gallery de Canadá o el British Museum de Londres exhibieron cotizadas piezas hasta descubrirse el fraude. Este último lució durante algo más de una década un Van Dick pintado por Hebborn. Para desvelar la impostura han sido necesarios muchos años, acompañados de pistas que levantaran sospechas, duplicidades o directamente acusaciones personales.

Allá por el mes de enero, coincidiendo con la entrañable fecha del veinte aniversario de la muerte del genial artista Salvador Dali, saltaba la noticia: la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional y la Brigada Local de Policía Judicial de la Comisaría de Estepona, habían localizado ochenta y un obras que se pensaban exhibir en el malagueño hotel Kempinski. Sus cinco estrellas iban a ser el brillante marco en el que se lucirían los trabajos con firma (¡todavía por determinar si auténtica!) del rey del surrealismo. El organizador de la exposición era un ciudadano francés que -con mucho mimo y cautela- trajo desde su país cada una de las piezas, así como certificados de autenticidad elaborados por él. De todas las litografías, textiles, cuberterías, bajo relieves y esculturas incautadas, destacaba por sus dimensiones, un elefante de casi tres metros. La figura pretendía venderse por un importe de 1,2 millones de euros, lo cual, lo que es ayudar, ayuda a sortear la crisis. No es ésta, sin embargo, la primera vez que el talento del virtuoso catalán es imitado. Un discípulo suyo -también catalán-, Manuel Pujol Baladas, reprodujo a la perfección parte de su creatividad y después, segundas manos, revendían los cuadros como auténticos. Tampoco fue este un caso aislado porque con su imaginación inagotable, el artista fue muy prolífico y difícil de catalogar. Muchas de sus criaturas quedaron sin catalogar y otras, sencillamente, nunca pudieron serlo porque son falsas. También fue muy sonada en el mes de marzo la desarticulación en Cataluña de una red que falsificaba obras de artistas españoles de renombre como Miró, Tapies, Picasso o, de nuevo, Dalí. Los Mossos d'Esquadra junto al FBI, desmantelaron la estafa con la que estos “artistas” habían engañado a galerías de arte americanas.

Estos últimos descubrimientos de falsificaciones, no hacen sino tambalear una vez más los cimientos del mercado del arte. Parece no haber plaza lo suficientemente segura en la que pujar, ni entendido capaz de detectar ciertas falsificaciones. Quizás tenga que ser el propio artista quien descubra con sopor que hay quien trabaja por él. Esto es lo que le ocurrió al cotizado pintor indio SH Raza hace apenas cuatro meses cuando asistió a una exhibición de su trabajo en Nueva Delhi. La mayoría de las obras colgadas no eran suyas, sino de algún oportunista que –consciente de los 1,3 millones de libras esterlinas alcanzados en 2008 por una de sus obras en la casa Christie's- se lanzó a crear con firma “RAZA”. El precio lo merecía. Pero no hay que ir tan al caso concreto porque más grave es, si cabe, el hecho de que las casas de subastas más reputadas -como lo son Sotheby´s y Cristhie´s- hayan reconocido en sendos comunicados haber vendido obras falsas. También el British Museum se suma a esta lista después de exhibir durante una década un Van Dick pintado por Hebborn. Y no hace falta irse tan lejos; en España un grande como Fernando Durán retiró en 1999 un lote de manuscritos atribuidos al Premio Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal y, en 2007, el cuadro “Santos adorando al Santísimo Sacramento”, atribuido a Goya, fue requisado por la policía de la galería Lamas Bolaño, antes de que se subastara. Sea donde fuere, lo cierto es que el mercado del arte –reducido por los tiempos que corren a las mejores piezas de los más grandes (clásicos en su mayor medida)-, no es tan buen refugio, si en vez de una pieza única, nos cuelan una falsa. Intereconomía

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Filósofos del dinero

George Simmel, filósofo alemán, escribió hace un tiempo un libro titulado "Filosofía del dinero", donde trataba, mediante un método fenomenológico e histórico, uno de los objetos de mayor utilidad inventados por el hombre: el dinero. Lo interesante de este libro, entre otras cosas, es que atribuye un estatuto filosófico, cuasi-metafísico, a un objeto que tradicionalmente no ha sido considerado como tal. En este sentido la apreciación de Simmel fue novedosa y, en cierto modo, original.

Ya Karl Marx había hecho un análisis del dinero como la mercancía por excelencia. No sólo desde una perspectiva económica, como aparece en "El Capital", sino también filosófica, como aparece en los "Manuscritos de 1844". También Shakespeare, quien es citado por Marx, se había referido a la importancia del dinero en relación a las decisiones humanas con repercusiones morales en "El Mercader de Venecia". Y, como una muestra de que estas preocupaciones intelectuales no sólo se dan en Europa, Alberto Masferrer se refirió también en uno de sus editoriales más sagaces del periódico "Patria", al dinero como objeto de reflexión, para dilucidar sobre la situación del hombre ante esta su invención. Por mera coincidencia intelectual, Masferrer también cita a Shakespeare, casi en el mismo sentido que lo hace Marx.

Sin duda, como han demostrado Marx y Simmel, no se puede negar que el dinero tiene una dimensión trascendente, a la mera dimensión material, física, utilitaria y objetual. De donde se deduce la posibilidad de considerar la existencia de algo a lo que pudieramos llamar una "filosofía del dinero". Sin embargo, con el derrumbe del socialismo, la crítica marxista al carácter fetichista del dinero parece haberse desvanecido. No importa que "lo creado" se haya convertido en "creador" y "el creador" en "criatura"; lo importante es que incluso el Cristianismo, furibundo adversario doctrinario del fetichismo del dinero, se realiza en las versiones católicas y protestantes con una especial empatía hacia el dinero, a pesar de que "es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja...."

Si no se comparte la formulación de Simmel en cuanto a la existencia de una "filosofía del dinero", al menos se debe reconocer que el dinero es un objeto que despierta una motivación pública especial, de profunda fuerza y significativa universalidad. Cuando damos un vistazo retrospectivo a la historia del dinero encontramos un concepto central que surge de la dinámica de intercambio del dinero: el lucro. Se trata de la motivación que mueve al comercio del dinero y de otras mercancías, a las actividades financieras, cuya compensación objetiva se encuentra en el interés, en la ganancia o el rédito que rinde el capital. Esta es la esencia de la economía capitalista, esencia que sin duda es susceptible de poseer un rango metafísico.

Si técnicamente no es plausible hablar de una "filosofía del dinero", al menos sí de una "filosofía del lucro", es decir, de una poderosa motivación universal que surge del uso del dinero (de las mercancías en general) y que conduce a la legitimación de un orden social basado en la lógica del interés mercantil, de la búsqueda del máximo de ganancias con el menor costo posible. Esta es la "filosofía" que mueve a Wall Street y al sistema financiero mundial; no sé si los preclaros filósofos técnicos aceptarán el valor intelectual intrínseco de este hecho para considerarlo objeto de reflexión, pero su influjo sobre la realidad histórica nos parece de primera importancia.

En El Salvador, estamos frente a un sector financiero relativamente pujante. Nuestros empresarios del dinero han descubierto las bondades de la "filosofía del lucro"; luego de un "período oscuro" de nacionalización de la Banca, el sistema financiero renace en manos de los Médicis modernos (pre post-modernos), y al igual que en el Renacimiento, la tendencia a vincular el poder financiero con el poder del Estado es irrenunciable e inequívoca. En este sentido, es un hecho que la filosofía del lucro ha echado raíces en nuestro medio, proliferando sus seguidores y con la presencia de un vasto público ávido de ganancias y del goce de los beneficios financieros.

Todavía los economistas y demás cientistas sociales no han estudiado suficientemente este proceso de renacimiento del sector financiero, quizá en parte por ser tan reciente. Además de que sobre él pesan poderosos intereses económico-políticos que dificultan más el acceso al tipo de información necesaria para realizar estudios que iluminen la lógica del proceso más allá de los meros indicadores oficiales, que, como bien se ha demostrado en el caso de las últimas defraudaciones, muchas veces no sirven ni siquiera a los mismos "guardianes de la regulación" del sistema.

En este sentido, seguimos siendo "hijos del Renacimiento"; estamos frente a la reencarnación de la filosofía del lucro en nuestra historia actual. El Salvador ha despertado a un nuevo siglo y a un nuevo período histórico con la motivación de los Acuerdos de Paz como garantía del no-retorno y con la motivación de un espíritu financiero que intenta restablecer el paradigma social de los pioneros monetarios: unas relaciones sociales meditaizadas por el crédito, el interés, la ganancia, etc., en una palabra, el lucro. Lo que no se puede olvidar es que este paradigma prioriza la categoría del tener frente a la categoría del hacer, la del recibir frente a la del trabajar y la del especular frente a la del producir. Quizá por ello el dinero tenga esa dimensión que invite al filosofar: sus operaciones suelen estar siempre basadas en el cálculo especulativo, el mismo que moviera a los Médicis a financiar la política de su tiempo y entre cuyos resultados más éxitosos se encuentra la obra "El Príncipe" de Maquiavelo, donde la fortuna sigue siendo una diosa que hay que conquistar siempre mediante el riesgo. ufg

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10 jun 2010

Libros que venden felicidad

Libros de autoayuda, o de divulgación, centenares de libros nos venden felicidad al peso. No son una panacea ni reemplazan el implacable aumento de usuarios de psicoterapias ni terapias alternativas, pero allí están, siempre bien dispuestos a atrapar al lector ávido de consejos y fórmulas para empezar el día con mejor pie, elevar la autoestima, defenderse de los agresores (o convertirse en uno), tener más éxito en los negocios, llevarse bien con su mujer o con el marido, entablar amistades, o alcanzar la fama fácilmente sin despeñarse en el camino. Muchos no son más que reediciones modificadas de otros muchos.

Sócrates, Platón y Aristóteles

La felicidad para Sócrates surge cuando podemos realizar la virtud, la justicia, y para alcanzarla necesitamos conocerla.

Platón, al igual que Sócrates, hace frente al relativismo moral sofista: afirma que la justicia sí puede ser definida pues existe por sí misma al ser una idea más. Para Platón la justicia consiste en el perfecto ordenamiento de las 3 almas, es decir, cuando cada una desarrolla las virtudes que le son propias:

- el alma racional, la prudencia
- el alma concupiscible, la templanza
- el alma irascible, la fortaleza

Cuando esto ocurre, se llega a la felicidad a través de la virtud. En cuanto a una posible finalidad del Estado, para Platón ésta consiste en educar a los ciudadanos en la justicia y la virtud, con lo que conseguirán la felicidad.

Las ideas de Aristóteles sobre la felicidad parten de la afirmación de que ésta constituye el fin de todo ser humano.

Pero, ¿qué es la felicidad? Podemos encontrar 2 respuestas distintas:

- Lo que cada uno considera individualmente.
- Es igual para todos los seres humanos.

Aristóteles, al igual que Platón, se define por ésta segunda opción, identificando la felicidad con la virtud. La concretó como la realización de las actividades que le son propias o específicas a cada ser, de acuerdo con su naturaleza. Aparece pues aquí la teleología inmanente, pues si la felicidad es propia de la naturaleza de cada uno, ésta se ha de buscar en sí mismo, en lo que lo distingue de los demás.

En el caso del ser humano, como la actividad específica del hombre es el pensamiento, la plenitud y la felicidad aparecerá cuando se dedique a la actividad contemplativa. Todos los seres humanos tienen la misma naturaleza, de ahí se deduce que la felicidad sea la misma para todos los hombres.

Sin embargo, Aristóteles se da cuenta que el hombre no es sólo razón, y que por tanto la felicidad humana es limitada. Esto quiere decir que necesita tener cubierta previamente unas determinadas necesidades: tanto bienes corporales, como externos -dinero, ...- o virtudes morales.

Hume y el utilitarismo

Hume, junto con los demás miembros de la ilustración escocesa, fue probablemente el primero en proponer que la razón de los principios morales puede buscarse en la utilidad que tratan de promover. El papel de Hume, sin embargo, no debe sobreestimarse; fue Francis Hutcheson el que acuñó el lema del utilitarismo: «la mayor felicidad para el mayor número». Pero fue tras leer el Tratado de Hume cuando Jeremy Bentham sintió por primera vez la fuerza del sistema utilitario. Sin embargo, el proto-utilitarmismo de Hume es peculiar. No cree que la adición de unidades de utilidad proporcione la forma de llegar a la verdad moral. Al contrario, Hume era un sentimentalista moral y, como tal, pensaba que los principios morales no podían justificarse intelectualmente. Algunos principios simplemente nos parecen mejores que otros; y la razón de por qué los principios utilitarios nos parecen mejores es porque favorecen nuestros intereses y los de nuestros coetáneos, con los que simpatizamos. Los seres humanos están fuertemente predispuestos a aprobar normas que promuevan la utilidad pública de la sociedad.

La ética

La ética es una rama de la filosofía que abarca el estudio de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir.

La palabra ética proviene del latín ethĭcus, y este del griego ἠθικός, o transcrito a nuestro alfabeto, "êthos". Es preciso diferenciar al "êthos", que significa "carácter" del "ethos", que significa "costumbre", pues "ética" se sigue de aquel sentido, y no es éste[2] Desconocer tal diferencia deriva en la confusión de "ética" y "moral", pues esta última nace de la voz latina "mos", que significa costumbre, es decir, lo mismo que "ethos". Si bien algunos sostienen la equivalencia de ambas doctrinas en lo que a su objeto respecta, es crucial saber que se fundamentan en conceptos bien distintos.

La felicidad paradójica, Malthus, Huxley y Orwell

En su último libro publicado en España, La felicidad paradójica, ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo (Anagrama), el filósofo francés Gilles Lipovetsky da otra vuelta de tuerca al análisis del consumo de masas y reinterpreta las múltiples mutaciones y contradicciones de las «sociedades del bienestar», en cuyo centro hiperactivo y acelerado se debaten, entre la depresión y la euforia, los nuevos turboconsumidores.

Desde el punto de vista de Malthus, cuando en todas la clases de la sociedad predomina la corrupción, en lo que respecta al sexo, sus efectos tienen que envenenar las fuentes de ls felicidad doméstica, debilitar los lazos conyugales y fraternales y disminuir los esfuerzos unidos y el celo de los padres en el cuidado y educación de sus hijos, efectos que no pueden tener lugar sin que se produzca una disminución general de la felicidad y la virtud, sobre todo si se tiene en cuenta que la necesidad de recurrir al engaño y a las intrigas, y de ocultar sus consecuencias, conduce necesariamente a otros vicios.

Los obstáculos positivos que se oponen al aumento de la población son muy diversos, y comprenden todo aquello que contribuye en mayor o menor grado a acortar la duración natural de la vida humana, ya provenga del vicio, ya de la miseria. En este grupo habrá, pues, que incluir las ocupaciones malsanas, el trabajo excesivamente fatigoso y la exposición a las inclemencias del tiempo, la pobreza extrema, la mala crianza de los hijos, la vida de las grandes ciudades, los excesos de toda clase, toda la gama de enfermedades comunes y las epidemias, las guerras, las pestes y las hambres.

"Un mundo feliz", escrito en 1932, describe una democracia que es, al mismo tiempo, una dictadura perfecta; una cárcel sin muros en la cual los prisioneros no soñarían con evadirse. Un sistema de esclavitud donde, gracias al sistema de consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.

Para el logro de este objetivo, Aldous Huxley imagina una sociedad que utiliza todos los medios de la ciencia y la técnica - incluidas las drogas - para el condicionamiento y el control de los individuos. En ese mundo, todos los niños son concebidos en probetas y están genéticamente condicionados para pertenecer a una de las 5 categorías de población. De la más inteligente a la más estúpida: los Alpha (la elite), los Betas (los ejecutantes), los Gammas (los empleados subalternos), los Deltas y los Epsilones (destinados a trabajos arduos).

Todos son felices, porque su estilo de vida es totalmente acorde con sus necesidades e intereses. Los descontentos con el sistema (los menos) son apartados de la sociedad ideal y confinados en colonias especiales donde se rodean de otras personas con similares "desviaciones", alcanzando también la felicidad.

La mayor parte de los críticos, incluido el propio Huxley, ha comparado esta novela con 1984, de Orwell. Ambas obras constituyen un ejercicio de proyección futurística. La diferencia, sin embargo, está en lo referente a los modelos de control: el mundo de Orwell está basado en la fuerza y la coerción y el de Huxley en el ocio y la diversión. Mientras Orwell hace una proyección del comunismo soviético de su época, Huxley proyecta hasta sus últimas consecuencias la sociedad liberalcapitalista en la que le tocó vivir.

El viaje a la felicidad, Punset y Kierkegaard

En su El viaje a la felicidad, Eduard Punset elabora una fórmula de la felicidad que conjuga los factores significativos en la consecución de la felicidad con los factores reductores del bienestar y la carga heredada de la que es preciso desprenderse. De ahí arranca el problema de la búsqueda de la felicidad supeditada a la genética y a las emociones programadas vulnerables. No es la única instancia en la que el trabajo de la evolución habría culminado de otra manera si, en lugar del resultado de la convergencia evolutiva, se hubiera podido ingeniar de nuevo.

Kierkegaard por su parte, decía que la puerta de la felicidad se abre hacia dentro. Hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más.

El Dalai Lama, El arte de la felicidad

Para el Dalai Lama, figura máxima del budismo tibetano, actualmente en el exilio, la felicidad, es el estado tan deseado por todos los hombres y sin embargo generalmente desconocido; ese estado de gracia que manifiesta con humildad, compasión, altruismo y bondad, expresa la intención de señalar el camino para alcanzar la felicidad.

Para transitar esta senda propone el arte de la reflexión para evitar dejarse llevar por los apasionamientos y el odio, adoptando una actitud de comprensión del otro y aceptación del sufrimiento como parte de la vida.

Este líder espiritual de los tibetanos, cree que básicamente todos los hombres son buenos por naturaleza y que pueden ser felices aumentando su autoestima y ayudando a sus semejantes.

Hannah Arendt

Para esta autora, discípula de Jaspers y Heidegger, los seres humanos solo pueden ser felices y libres actuando en algo público, y nunca privado (tal y como plasmaron los grandes autores clásicos). Aunque para la felicidad sea fundamental lo privado, uno no se puede realizar sin lo público, sin compartir. El individuo ha de sentirse parte del Estado, y para ello hacen falta instituciones libres. Al contrario como piensan algunos, que dicen que el Estado está para garantizar la libertad dentro de la esfera privada, parece más sensato creer que el Estado tiene como función garantizar la libertad pública.

Tal como decía Aristóteles, “el hombre es un ser político porque está dotado de lenguaje”. La palabra sólo tiene sentido cuando se usa para ser comunicada, para ser escuchada por otros y entendida. El diálogo es una actividad pública, y es por esto que los seres humanos solo somos felices cuando nos comunicamos, cuando nos damos a conocer, cuando puede exhibirse, cuando alguien se fija en él, cuando demostramos al mundo que existimos. Es la felicidad, a lo que todo ser humano tiende a buscar; como diría Hanna Arendt, “es el impulso que gobierna a todos los seres humanos”. Y solo, cuando alguien participa en algo que es común se consigue, solo cuando hay interacción. Y la política presupone la interacción.

Adiós a la felicidad, Cioran

Cioran es el filósofo antiexistencialista por antonomasia. El ser ya no es la esencia de la existencia sino el no-ser. Cioran representa la muerte del existencialismo, es el cadáver del siglo XX y el feto del siglo XXI.

El autor se opone a la búsqueda de la felicidad como se ha planteado a través de filosofías orientales y propone disfrutar de la desdicha a través de un moderno epicureísmo.

El no-ser parte de la pesadilla en la que este no es compatible con el mundo exterior y su negativa ante el objeto por lo que de antemano la idea de bien se anula, allí aparece la imagen del diablo, no como el supremo dios de la maldad sino como un arquetipo del no-ser, de la negativa entregada hacia el universo presente.

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