George Simmel, filósofo alemán, escribió hace un tiempo un libro titulado "Filosofía del dinero", donde trataba, mediante un método fenomenológico e histórico, uno de los objetos de mayor utilidad inventados por el hombre: el dinero. Lo interesante de este libro, entre otras cosas, es que atribuye un estatuto filosófico, cuasi-metafísico, a un objeto que tradicionalmente no ha sido considerado como tal. En este sentido la apreciación de Simmel fue novedosa y, en cierto modo, original.
Ya Karl Marx había hecho un análisis del dinero como la mercancía por excelencia. No sólo desde una perspectiva económica, como aparece en "El Capital", sino también filosófica, como aparece en los "Manuscritos de 1844". También Shakespeare, quien es citado por Marx, se había referido a la importancia del dinero en relación a las decisiones humanas con repercusiones morales en "El Mercader de Venecia". Y, como una muestra de que estas preocupaciones intelectuales no sólo se dan en Europa, Alberto Masferrer se refirió también en uno de sus editoriales más sagaces del periódico "Patria", al dinero como objeto de reflexión, para dilucidar sobre la situación del hombre ante esta su invención. Por mera coincidencia intelectual, Masferrer también cita a Shakespeare, casi en el mismo sentido que lo hace Marx.
Sin duda, como han demostrado Marx y Simmel, no se puede negar que el dinero tiene una dimensión trascendente, a la mera dimensión material, física, utilitaria y objetual. De donde se deduce la posibilidad de considerar la existencia de algo a lo que pudieramos llamar una "filosofía del dinero". Sin embargo, con el derrumbe del socialismo, la crítica marxista al carácter fetichista del dinero parece haberse desvanecido. No importa que "lo creado" se haya convertido en "creador" y "el creador" en "criatura"; lo importante es que incluso el Cristianismo, furibundo adversario doctrinario del fetichismo del dinero, se realiza en las versiones católicas y protestantes con una especial empatía hacia el dinero, a pesar de que "es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja...."
Si no se comparte la formulación de Simmel en cuanto a la existencia de una "filosofía del dinero", al menos se debe reconocer que el dinero es un objeto que despierta una motivación pública especial, de profunda fuerza y significativa universalidad. Cuando damos un vistazo retrospectivo a la historia del dinero encontramos un concepto central que surge de la dinámica de intercambio del dinero: el lucro. Se trata de la motivación que mueve al comercio del dinero y de otras mercancías, a las actividades financieras, cuya compensación objetiva se encuentra en el interés, en la ganancia o el rédito que rinde el capital. Esta es la esencia de la economía capitalista, esencia que sin duda es susceptible de poseer un rango metafísico.
Si técnicamente no es plausible hablar de una "filosofía del dinero", al menos sí de una "filosofía del lucro", es decir, de una poderosa motivación universal que surge del uso del dinero (de las mercancías en general) y que conduce a la legitimación de un orden social basado en la lógica del interés mercantil, de la búsqueda del máximo de ganancias con el menor costo posible. Esta es la "filosofía" que mueve a Wall Street y al sistema financiero mundial; no sé si los preclaros filósofos técnicos aceptarán el valor intelectual intrínseco de este hecho para considerarlo objeto de reflexión, pero su influjo sobre la realidad histórica nos parece de primera importancia.
En El Salvador, estamos frente a un sector financiero relativamente pujante. Nuestros empresarios del dinero han descubierto las bondades de la "filosofía del lucro"; luego de un "período oscuro" de nacionalización de la Banca, el sistema financiero renace en manos de los Médicis modernos (pre post-modernos), y al igual que en el Renacimiento, la tendencia a vincular el poder financiero con el poder del Estado es irrenunciable e inequívoca. En este sentido, es un hecho que la filosofía del lucro ha echado raíces en nuestro medio, proliferando sus seguidores y con la presencia de un vasto público ávido de ganancias y del goce de los beneficios financieros.
Todavía los economistas y demás cientistas sociales no han estudiado suficientemente este proceso de renacimiento del sector financiero, quizá en parte por ser tan reciente. Además de que sobre él pesan poderosos intereses económico-políticos que dificultan más el acceso al tipo de información necesaria para realizar estudios que iluminen la lógica del proceso más allá de los meros indicadores oficiales, que, como bien se ha demostrado en el caso de las últimas defraudaciones, muchas veces no sirven ni siquiera a los mismos "guardianes de la regulación" del sistema.
En este sentido, seguimos siendo "hijos del Renacimiento"; estamos frente a la reencarnación de la filosofía del lucro en nuestra historia actual. El Salvador ha despertado a un nuevo siglo y a un nuevo período histórico con la motivación de los Acuerdos de Paz como garantía del no-retorno y con la motivación de un espíritu financiero que intenta restablecer el paradigma social de los pioneros monetarios: unas relaciones sociales meditaizadas por el crédito, el interés, la ganancia, etc., en una palabra, el lucro. Lo que no se puede olvidar es que este paradigma prioriza la categoría del tener frente a la categoría del hacer, la del recibir frente a la del trabajar y la del especular frente a la del producir. Quizá por ello el dinero tenga esa dimensión que invite al filosofar: sus operaciones suelen estar siempre basadas en el cálculo especulativo, el mismo que moviera a los Médicis a financiar la política de su tiempo y entre cuyos resultados más éxitosos se encuentra la obra "El Príncipe" de Maquiavelo, donde la fortuna sigue siendo una diosa que hay que conquistar siempre mediante el riesgo. ufg
11 jun 2010
Filósofos del dinero
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