11 jun 2010

Falsificación de obras de arte a subasta

Si algo da el hambre es astucia y ¡qué mejor filón, que el arte! Eso tan relativo como lleno de valor, está dando un importante juego (en euros) a los profesionales del engaño. “Cena in Emaús”, de Caravaggio o “La mujer con sombrero”, de Matisse, son algunas de las obras mejor falsificadas de la historia que, después de lograr -con exquisito atino- la perfección de sus originales, han sido adquiridas por manos privadas o museos estatales como auténticas. Grandes como la National Gallery de Canadá o el British Museum de Londres exhibieron cotizadas piezas hasta descubrirse el fraude. Este último lució durante algo más de una década un Van Dick pintado por Hebborn. Para desvelar la impostura han sido necesarios muchos años, acompañados de pistas que levantaran sospechas, duplicidades o directamente acusaciones personales.

Allá por el mes de enero, coincidiendo con la entrañable fecha del veinte aniversario de la muerte del genial artista Salvador Dali, saltaba la noticia: la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional y la Brigada Local de Policía Judicial de la Comisaría de Estepona, habían localizado ochenta y un obras que se pensaban exhibir en el malagueño hotel Kempinski. Sus cinco estrellas iban a ser el brillante marco en el que se lucirían los trabajos con firma (¡todavía por determinar si auténtica!) del rey del surrealismo. El organizador de la exposición era un ciudadano francés que -con mucho mimo y cautela- trajo desde su país cada una de las piezas, así como certificados de autenticidad elaborados por él. De todas las litografías, textiles, cuberterías, bajo relieves y esculturas incautadas, destacaba por sus dimensiones, un elefante de casi tres metros. La figura pretendía venderse por un importe de 1,2 millones de euros, lo cual, lo que es ayudar, ayuda a sortear la crisis. No es ésta, sin embargo, la primera vez que el talento del virtuoso catalán es imitado. Un discípulo suyo -también catalán-, Manuel Pujol Baladas, reprodujo a la perfección parte de su creatividad y después, segundas manos, revendían los cuadros como auténticos. Tampoco fue este un caso aislado porque con su imaginación inagotable, el artista fue muy prolífico y difícil de catalogar. Muchas de sus criaturas quedaron sin catalogar y otras, sencillamente, nunca pudieron serlo porque son falsas. También fue muy sonada en el mes de marzo la desarticulación en Cataluña de una red que falsificaba obras de artistas españoles de renombre como Miró, Tapies, Picasso o, de nuevo, Dalí. Los Mossos d'Esquadra junto al FBI, desmantelaron la estafa con la que estos “artistas” habían engañado a galerías de arte americanas.

Estos últimos descubrimientos de falsificaciones, no hacen sino tambalear una vez más los cimientos del mercado del arte. Parece no haber plaza lo suficientemente segura en la que pujar, ni entendido capaz de detectar ciertas falsificaciones. Quizás tenga que ser el propio artista quien descubra con sopor que hay quien trabaja por él. Esto es lo que le ocurrió al cotizado pintor indio SH Raza hace apenas cuatro meses cuando asistió a una exhibición de su trabajo en Nueva Delhi. La mayoría de las obras colgadas no eran suyas, sino de algún oportunista que –consciente de los 1,3 millones de libras esterlinas alcanzados en 2008 por una de sus obras en la casa Christie's- se lanzó a crear con firma “RAZA”. El precio lo merecía. Pero no hay que ir tan al caso concreto porque más grave es, si cabe, el hecho de que las casas de subastas más reputadas -como lo son Sotheby´s y Cristhie´s- hayan reconocido en sendos comunicados haber vendido obras falsas. También el British Museum se suma a esta lista después de exhibir durante una década un Van Dick pintado por Hebborn. Y no hace falta irse tan lejos; en España un grande como Fernando Durán retiró en 1999 un lote de manuscritos atribuidos al Premio Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal y, en 2007, el cuadro “Santos adorando al Santísimo Sacramento”, atribuido a Goya, fue requisado por la policía de la galería Lamas Bolaño, antes de que se subastara. Sea donde fuere, lo cierto es que el mercado del arte –reducido por los tiempos que corren a las mejores piezas de los más grandes (clásicos en su mayor medida)-, no es tan buen refugio, si en vez de una pieza única, nos cuelan una falsa. Intereconomía

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