En 1898 fue inventado el famoso cóctel Daiquiri, hecho con zumo de
lima, azúcar, hielo picado y Bacardí Superior. En 1900 los soldados
americanos celebraron la victoria contra España en la guerra de Cuba con
Bacardí mezclado con Coca-Cola, y la mezcla se llamó como su brindis,
Cuba Libre. Los lanzamientos de nuevos cócteles, que se ponían de moda
en todo el mundo, eran un excelente vehículo publicitario.
La
entrada en vigor de la ley seca en EE.UU. no hizo sino beneficiar a la
marca, que dirigió sus publicidades en Norteamérica hacia el concepto de
Cuba como un lugar paradisiaco donde el sediento americano podría
apagar su sed a base de Daiquiris Bacardí, Mojitos Bacardí, Cuba Libres
Bacardí o Bacardí con Bacardí. La marca ya estaba unida al país por un
lazo de promoción mutua.
Cuba abría sus puertas y las
puertas de sus bares a miles de turistas americanos; al poco tiempo se
construiría uno de los primeros rascacielos de La Habana y el más alto
de su época: El Edificio Bacardí (la construcción de rascacielos como
grandes eventos promocionales parece que se puso de moda en la época; en
Nueva York se inauguró ese mismo año el edificio Chrysler, de la
corporación del mismo nombre). En sus bajos estaba el Bar Bacardí, una
joya ArtDecó a la que iban a beber y dejarse fotografiar todas las
celebrities nacionales e internacionales de la época.
Y
en 1936 dan un golpe mediático más pidiendo a la Corte Suprema de Nueva
York la obligación para los bares de, cuando era ordenado un “Cóctel
Bacardí” (zumo de lima, un toque de granadina y ron Bacardí), elaborarlo
con ron de esta marca; Bacardí había detectado que muchos bares ponían
ron de otras marcas más económicas en la receta que lleva su nombre.
La
Corte Suprema les dio la razón y Bacardí aprovechó toda la cobertura de
prensa generada por el seguimiento del caso para hacer una enorme
campaña de comunicación y publicidad en torno a la noticia; “It’s your
right! Nothing can replace Bacardí” era el claim, o “Your rights are now
legally protected!”. Me recuerda a algunas campañas publicitarias que
hay ahora en las que mentan “tus derechos”, “que no te engañen”, etc.
aprovechando el tirón de la situación social y política actual. El
paralelismo además está en que en el 36 aún estaban en plena Gran
Depresión.
Tras la época de bonanza de la “Ley Bacardí”, vino un
gran revés para la marca, cuando en octubre de 1960 el nuevo gobierno
revolucionario de Castro confiscó todas la propiedades de la compañía en
Cuba. La familia Bacardí había apoyado a los rebeldes, pero finalmente
Castro decidió la nacionalización de la empresa; la familia tuvo que
volar a Puerto Rico, donde ya tenían una factoría, y abandonar la
original de Santiago de Cuba. Por suerte pudieron conservar el nombre:
“Ni siquiera pensamos en registrar la marca Bacardí, así que la
perdimos”, se lamentaría Castro años después. “Teníamos la fábrica que
producía el ron Bacardí real, pero no pudimos conservar su nombre como
tal” (se pasaría entonces a producir Havana Club, este se convertiría en
el ron nacional cubano). Al final el clan Bacardí se salió con la suya,
pues su crecimiento nunca paró aún estando fuera de su lugar de origen,
y todavía le dio otra puntilla más a Castro. Debido al embargo sobre
los productos cubanos, el ron Havana Club no llegaba a Estados Unidos.
En este país, la empresa Bacardí se apresuró a registrar y distribuir un
ron bajo la misma marca, sin el permiso de la empresa propietaria de
los derechos comerciales en Cuba. Los litigios por este hecho continúan
hoy en día.
Una última curiosidad: la marca Bacardí perdió su
tilde original convirtiéndose en Bacardi cuando se registró la marca en
Puerto Rico, prescindiéndose de ella pensando en el mercado
angloparlante.
Fuente: hlmarketing
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