Su instinto y astucia son garantía de éxito. Cuenta con un excelente “olfato” para los negocios y ha catapultado a la fama a diversos artistas contemporáneos. Es poderoso, influyente y controla el “gran mercado del arte”. Sin lugar a dudas, Larry Gagosian convierte en oro(o mejor dicho, en arte) todo lo que toca.
La historia del mito comienza en 1969 cuando, tras licenciarse en Literatura Inglesa en la UCLA, fue descubierto por la agencia de cazatalentos “William Morris” donde comenzó vendiendo posters. Apenas una década más tarde, en 1979, Gagosian abría su propia galería en Los Ángeles especializada en arte moderno y contemporáneo (un lustro más tarde, expandía su galería a Nueva York inaugurándola con una exquisita muestra de los fondos de arte pop de los coleccionistas Emily y Burton Tremaine).
El año 1996 marca un punto de inflexión en su carrera. Gagosian se convierte en co-propietario, junto con Leo Castelli, de otra galería en el número 65 de Thompson Street, donde solían montar maravillosas exposiciones con piezas de grandes dimensiones, como las colosales esculturas en bronce decorado de Roy Lichtenstein. Se cuenta que, por aquel entonces, Gagosian regaló a su socio y promotor de las carreras artísticas de Claes Oldenburg y Andy Warhol, entre otros, un reloj Patek Philippe valorado en 7.500 dólares. Este regalo tuvo una inmediata contrapartida: Castelli le presentó al obsesivo coleccionista Samuel Irving Newhouse, uno de sus mejores clientes. Muy poco después, en 1988, Gagosian se adjudicaba en la casa de subastas “Sotheby´s”, para su flamante cliente, un Jasper Johns (False Start) que se remató en 17 millones de dólares. En aquella emocionante subasta, el coleccionista estaba sentado al lado del marchante, dándole precisas instrucciones sobre el proceso de las pujas.
Pero la figura del “marchante” o “gran galerista” no comienza con Gagosian. A fines del siglo XIX, Joseph Henry Duveen fue el primero en vender estatus social con el pretexto de comerciar arte. Sus principales objetivos fueron John D. Rockefeller, J.P. Morgan, Henry Clay Frick y Andrew Mellon (todos con grandes fortunas pero, claro está, mínimos o nulos conocimientos artísticos). El lema de Duveen era claro: “Europa tiene muchas obras de arte mientras que Norteamérica tiene mucho dinero y muchas grandes mansiones vacías, y yo me ocupo de reunirlas”. Luego le siguió Ambroise Vollard (quien dejó un patrimonio de 15 millones de dólares fruto en su mayoría de lo que puede ser considerada la mejor adquisición de arte de la historia. Le compró a un Cézanne totalmente endeudado unos 250 lienzos por tan sólo 50 francos cada uno. Algunos fueron vendidos poco después por 40.000. Hoy en día esas 250 obras están valoradas en 3.000 millones de dólares), y, a mediados del siglo XX, el reconocido Leo Castelli, quien fue uno de los primeros galeristas en pagar un sueldo a sus artistas de manera que no tuvieran que trabajar bajo la presión de las ventas (es conocido el caso de Frank Stella, a quien Castelli le ofreció, durante 3 años, un sueldo de 300 dólares mensuales para que se dedicara exclusivamente al arte ya que durante el día pintaba casas y por las noches cuadros con las pinturas que le sobraban).
Sigamos. Gagosian (o “Gago”, para los íntimos), quien no oculta que vive mejor que muchos de sus clientes, es alabado por sus ambiciosas exposiciones y los riesgos económicos que asume con algunas de ellas (como con Torqued Ellipses de Richard Serra), al tiempo que sus fórmulas poco ortodoxas son objeto de críticas y sarcasmos: no le tiembla el pulso al ofrecer a sus clientes, a través de páginas fotocopiadas de revistas, obras de arte que, en ese preciso momento, todavía no pertenecen a su galería, o en “robar” artistas a otras galerías haciéndoles suculentas ofertas imposibles de rechazar.
Con más de tres décadas de carrera a sus espaldas, su sólida reputación se ha cimentado gracias a un programa de exposiciones sin parangón protagonizado por leyendas como Francis Bacon, Constantin Brancusi, Roy Lichtenstein, Pablo Picasso, Jackson Pollock, David Smith, y Andy Warhol, entre otros.
Gagosian es el epítome del tiburón de los negocios americano. Al mando de su exclusivo Audi plateado, con un auricular siempre colgando de su oreja y vestido impecablemente de Armani, queda claro que cualquier dedo que mueve ejerce un embrujo total entre las grandes colecciones de arte.
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