Comparado con los EE.UU, ¿dónde crees que se da el mayor consumo de té? La bebida tanto fría como caliente ha visto incrementado su consumo recientemente, pero en 33 países, los habitantes consumen mucho más té que en los EE.UU.
¿Qué país consume la mayor cantidad de té en el mundo? De acuerdo con un gráfico de consumo de té publicado esta semana, los turcos son los que más té consumen (casi 7 pounds de té por persona, donde 1 pound = 0,45 kg) por año. Los irlandeses ocupan el segundo puesto con 4.8 pounds de té por persona al año y Gran Bretaña en tercer puesto con 4.28 pounds por persona al año.
Los EE.UU están lejos de estas cifras alcanzando medio pound por persona al año aunque esta cifra va en aumento; entre 2007 y 2012 el consumo de té se incrementó un 16%.
Es este incremento en el consumo de té lo que lleva a la firma Starbucks a introducirse en el negocio del té y abrir su primera Teavana Fine Teas + Tea Bar este último otoño. La idea es introducirse en Rusia, Marruecos, Nueva Zelanada, Egipto, Polonia y Japón.
La gráfica
24 feb 2014
19 feb 2014
Los 10 mejores libros de autoayuda
1. «La última lección». Cuando Randy Pauch —profesor de Ciencias Informáticas del Carnegie Mellon— dio esta conferencia titulada «Cómo alcanzar los sueños de tu infancia» , le acababan de diagnosticar cáncer terminal de páncreas. Sin embargo, este libro no trata de la muerte, sino de la importancia de superar los obstáculos y de aprovechar el tiempo. A través de su visión más personal, y llena de humor, nos ofrece una lección de humildad para disfrutar de la vida con los demás.
2.«Cómo ganar amigos e influir en las personas». Dale Carnegie entrevistó a veintenas de personas para poder tomar ejemplos de la vida. Entre ellos están: Edison, Franklin D. Rooselvelt o James Farley. Se publicó por primera vez en 1936 y en 1940 en castellano, y se sigue reeditando hasta nuestros días (61º edición). Este libro pretende mejorar las relaciones interpersonales a través de reglas y maneras de agradar a los demás. Algunas de sus lemas fundamentales son: «No critiques, no condenes ni te quejes»; «Demuestra aprecio honrado y sincero» y« Despierta en los demás un deseo vehemente».
3. «Reinventarse». Mario Puig invita al lector al auto descubrimiento, ofrece un mapa para conocernos mejor a nosotros mismos y para afrontar la vida con una nueva mirada. Para Puig la claves fundamentales de nuestra naturaleza son la energía, la sabiduría, la serenidad, la alegría, la creatividad y el amor.
4. «¿Dónde está el límite?». Josef Ajram es triatleta, ultrafondista y broker de bolsa. En este libro narra su vida y sus pasiones. Su principal objetivo es exigirse lo máximo. En su carta de presentación quedan muy claras sus intenciones: «No soy ningún ex-broker que un buen día tuvo un bajón, decidió replantearse la vida, empezar de cero, abandonar la Bolsa y dedicarse a ir en bicicleta. No, no soy de esos. Decidí convertirme en ultrafondista y participar en las pruebas más duras del mundo para tratar de averiguar dónde estaba el límite del cuerpo humano -dónde estaba mi límite-, del mismo modo que un buen corredor de Bolsa husmea, escucha, tantea y arriesga para aprovechar una buena onda y averiguar hasta cuándo aguantar y en qué momento hay que vender.»
5. «Viaje al optimismo». Eduardo Punset nos presenta las claves del futuro. Frente al fatalismo del presente –envueltos en la crisis económica– el autor nos da argumentos y avances científicos y nos muestra «el mundo que vemos y el que imaginamos» porque «cualquier tiempo pasado fue peor y que cualquier futuro siempre será mejor».
6. «El arte de no amargarse en la vida». Para Rafael Santandreu muchos de nuestros problemas son causa de una mala filosofía de vida. El autor define los trastornos emocionales como terribilitis. Esta obra es un método científico, práctico y claro para conseguir que las personas sean más fuertes y felices. A través de su vida personal, y de anécdotas en su consulta, los deprimidos o gruñones pueden convertirse en alegría y serenidad.
7. «La muerte: Un amanecer». La doctora Elisabeth Kübler-Ross explica la experiencia de la muerte –un pasaje hacia una nueva vida– y considera que es similar a la del nacimiento. «Se trata sencillamente de abandonar el cuerpo físico como la mariposa abandona su capullo de seda.» Nuetra conciencia pasa a un nuevo estado en el que nuestro espíritu continúa en cremiento.
8. «El camino de las lágrimas». Jorge Bucay nos conduce hacia la plenitud del ser humano porque «el camino hacia la realización personal es difícil y continuo», dice el autor. Pero el sendero del dolor es imprescindible y hay que aprender a dejar atrás lo que ya no está con nosotros.
9. «Soy más lista que el hambre». El mejor secreto para llevar una vida sana y controlar nuestro cuerpo está en nuestra mente, ya que es una cuestión psicológica más que física. Esto es lo que Eva Campos Navarro defiende en este libro. Porque, para la autora, puedes llegar a ser la persona que quieres ser.
10. «Tu sexo es tuyo». Sylvia de Béjar ayuda a que la mujer se libere. En esta obra se analizn los temas relacionados con la actividad humana más primaria, como las zonas erógenas.
Los 10 mejores libros de autoayuda
2.«Cómo ganar amigos e influir en las personas». Dale Carnegie entrevistó a veintenas de personas para poder tomar ejemplos de la vida. Entre ellos están: Edison, Franklin D. Rooselvelt o James Farley. Se publicó por primera vez en 1936 y en 1940 en castellano, y se sigue reeditando hasta nuestros días (61º edición). Este libro pretende mejorar las relaciones interpersonales a través de reglas y maneras de agradar a los demás. Algunas de sus lemas fundamentales son: «No critiques, no condenes ni te quejes»; «Demuestra aprecio honrado y sincero» y« Despierta en los demás un deseo vehemente».
3. «Reinventarse». Mario Puig invita al lector al auto descubrimiento, ofrece un mapa para conocernos mejor a nosotros mismos y para afrontar la vida con una nueva mirada. Para Puig la claves fundamentales de nuestra naturaleza son la energía, la sabiduría, la serenidad, la alegría, la creatividad y el amor.
4. «¿Dónde está el límite?». Josef Ajram es triatleta, ultrafondista y broker de bolsa. En este libro narra su vida y sus pasiones. Su principal objetivo es exigirse lo máximo. En su carta de presentación quedan muy claras sus intenciones: «No soy ningún ex-broker que un buen día tuvo un bajón, decidió replantearse la vida, empezar de cero, abandonar la Bolsa y dedicarse a ir en bicicleta. No, no soy de esos. Decidí convertirme en ultrafondista y participar en las pruebas más duras del mundo para tratar de averiguar dónde estaba el límite del cuerpo humano -dónde estaba mi límite-, del mismo modo que un buen corredor de Bolsa husmea, escucha, tantea y arriesga para aprovechar una buena onda y averiguar hasta cuándo aguantar y en qué momento hay que vender.»
5. «Viaje al optimismo». Eduardo Punset nos presenta las claves del futuro. Frente al fatalismo del presente –envueltos en la crisis económica– el autor nos da argumentos y avances científicos y nos muestra «el mundo que vemos y el que imaginamos» porque «cualquier tiempo pasado fue peor y que cualquier futuro siempre será mejor».
6. «El arte de no amargarse en la vida». Para Rafael Santandreu muchos de nuestros problemas son causa de una mala filosofía de vida. El autor define los trastornos emocionales como terribilitis. Esta obra es un método científico, práctico y claro para conseguir que las personas sean más fuertes y felices. A través de su vida personal, y de anécdotas en su consulta, los deprimidos o gruñones pueden convertirse en alegría y serenidad.
7. «La muerte: Un amanecer». La doctora Elisabeth Kübler-Ross explica la experiencia de la muerte –un pasaje hacia una nueva vida– y considera que es similar a la del nacimiento. «Se trata sencillamente de abandonar el cuerpo físico como la mariposa abandona su capullo de seda.» Nuetra conciencia pasa a un nuevo estado en el que nuestro espíritu continúa en cremiento.
8. «El camino de las lágrimas». Jorge Bucay nos conduce hacia la plenitud del ser humano porque «el camino hacia la realización personal es difícil y continuo», dice el autor. Pero el sendero del dolor es imprescindible y hay que aprender a dejar atrás lo que ya no está con nosotros.
9. «Soy más lista que el hambre». El mejor secreto para llevar una vida sana y controlar nuestro cuerpo está en nuestra mente, ya que es una cuestión psicológica más que física. Esto es lo que Eva Campos Navarro defiende en este libro. Porque, para la autora, puedes llegar a ser la persona que quieres ser.
10. «Tu sexo es tuyo». Sylvia de Béjar ayuda a que la mujer se libere. En esta obra se analizn los temas relacionados con la actividad humana más primaria, como las zonas erógenas.
Chanel Nº5
1921 es el año que vio nacer el perfume femenino por excelencia, Chanel Nº5 se convirtió, once años después de la fundación de la maison Chanel, en el primer perfume de firma y alta costura.
Tenía que ser Coco la primera en atreverse a llevar su firma a un aroma porque, al igual que en el asunto del vestir volvía a los básicos en el convencimiento de que es en la simplicidad donde reside la elegancia, no dudaba de lo esencial de un perfume porque, según afirmaba ella misma, una mujer sin perfume es una mujer sin futuro.
En Chanel Nº5 reside un secreto que nadie ha logrado desentrañar, es el secreto del éxito, el que explica como un perfume estrenado en 1921 continúa siendo en 2013 uno de los predilectos del mundo femenino manteniendo tanto el aroma de su esencia -la prueba número 5 que Ernest Beaux presentó a Coco- como el diseño de su frasco -el de líneas sencillas cuya tapa recuerda en su forma a la Place Vendôme-.
La historia de su evolución en el mundo se escribe pues en sus carteles publicitarios en los que aparece siempre, irrenunciable, la silueta del frasco del perfume cuando no su imagen y las letras claras, simples, sin vueltas ni volutas, en las que se lee con claridad meridiana Chanel n5.
Otro de los recursos desplegado por la maison Chanel para hacer su perfume inolvidable, fue la colaboración de las bellezas del momento en sus campañas; en el 37 es la propia Coco quien luce en blanco y negro en el cartel- fue antes de la segunda Guerra Mundial y los supuestos coqueteos de la diseñadora francesa con el nazismo que le costaron un exilio en Suiza tras la caída del régimen de Hitler. Eso a pesar del guiño que quiso hacer al bando aliado regalando en su tienda de París pequeñas muestras de perfume a los soldados americanos que regresaban a casa; esta acción no la salvó del exilio, pero sí logró escenificar la unión de la línea de perfumes de Chanel -de la que ella sólo poseía un 10%- y su maison de alta costura-.
En el 57 -poco después de que Coco diera por finalizado su exilio suizo y volviera a París a retomar su creatividad y sus sueños en su maison, y también en el tiempo en el que Marilyn une el perfume a su leyenda afirmando que dos gotas de esa esencia es lo único que viste para dormir- el rostro de Chanel Nº5 es Suzy Parker, quien luce sofisticada y seductora bajo el lema ‘toda mujer viva ama Chanel n5‘.
En el 71 la guapísima británica Jean Shrimpton cuya imagen aparece dentro del frasco de perfume representando de modo gráfico y perfecto aquello que decía Chanel respecto a que su Nº5 era una aroma esencialmente femenino-y en se mismo año Coco se despide del mundo dejando su esencia en la tierra por siempre jamás-.
Un año más tarde, en el 72, fue la inolvidable gala Catherine Deneuve que repetería en el 75; en los 90 vimos a Carole Bouquet y a Estella Warren que repetiría en el 2000 para dar paso a la bellísima y cinematográfica Nicole Kidman en 2005.
En 2012, tan solo un año atrás, Chanel demostró que continua siendo una firma rompedora dentro de su defensa de la simplicidad, la clase y el estilo: un hombre, Brad Pitt, fue entonces la imagen del perfume femenino por excelencia.
La cuestión que flota en el aire envuelta en el halo de un aroma es… ¿a qué huele Chanel Nº5? a flor de naranja amarga, jazmín, rosa, vainilla, vertiver, madera de sándalo… a esencia de mujer.
Chanel Nº5
Tenía que ser Coco la primera en atreverse a llevar su firma a un aroma porque, al igual que en el asunto del vestir volvía a los básicos en el convencimiento de que es en la simplicidad donde reside la elegancia, no dudaba de lo esencial de un perfume porque, según afirmaba ella misma, una mujer sin perfume es una mujer sin futuro.
En Chanel Nº5 reside un secreto que nadie ha logrado desentrañar, es el secreto del éxito, el que explica como un perfume estrenado en 1921 continúa siendo en 2013 uno de los predilectos del mundo femenino manteniendo tanto el aroma de su esencia -la prueba número 5 que Ernest Beaux presentó a Coco- como el diseño de su frasco -el de líneas sencillas cuya tapa recuerda en su forma a la Place Vendôme-.
La historia de su evolución en el mundo se escribe pues en sus carteles publicitarios en los que aparece siempre, irrenunciable, la silueta del frasco del perfume cuando no su imagen y las letras claras, simples, sin vueltas ni volutas, en las que se lee con claridad meridiana Chanel n5.
Otro de los recursos desplegado por la maison Chanel para hacer su perfume inolvidable, fue la colaboración de las bellezas del momento en sus campañas; en el 37 es la propia Coco quien luce en blanco y negro en el cartel- fue antes de la segunda Guerra Mundial y los supuestos coqueteos de la diseñadora francesa con el nazismo que le costaron un exilio en Suiza tras la caída del régimen de Hitler. Eso a pesar del guiño que quiso hacer al bando aliado regalando en su tienda de París pequeñas muestras de perfume a los soldados americanos que regresaban a casa; esta acción no la salvó del exilio, pero sí logró escenificar la unión de la línea de perfumes de Chanel -de la que ella sólo poseía un 10%- y su maison de alta costura-.
En el 57 -poco después de que Coco diera por finalizado su exilio suizo y volviera a París a retomar su creatividad y sus sueños en su maison, y también en el tiempo en el que Marilyn une el perfume a su leyenda afirmando que dos gotas de esa esencia es lo único que viste para dormir- el rostro de Chanel Nº5 es Suzy Parker, quien luce sofisticada y seductora bajo el lema ‘toda mujer viva ama Chanel n5‘.
En el 71 la guapísima británica Jean Shrimpton cuya imagen aparece dentro del frasco de perfume representando de modo gráfico y perfecto aquello que decía Chanel respecto a que su Nº5 era una aroma esencialmente femenino-y en se mismo año Coco se despide del mundo dejando su esencia en la tierra por siempre jamás-.
Un año más tarde, en el 72, fue la inolvidable gala Catherine Deneuve que repetería en el 75; en los 90 vimos a Carole Bouquet y a Estella Warren que repetiría en el 2000 para dar paso a la bellísima y cinematográfica Nicole Kidman en 2005.
En 2012, tan solo un año atrás, Chanel demostró que continua siendo una firma rompedora dentro de su defensa de la simplicidad, la clase y el estilo: un hombre, Brad Pitt, fue entonces la imagen del perfume femenino por excelencia.
La cuestión que flota en el aire envuelta en el halo de un aroma es… ¿a qué huele Chanel Nº5? a flor de naranja amarga, jazmín, rosa, vainilla, vertiver, madera de sándalo… a esencia de mujer.
13 feb 2014
La salud de los mandatarios
En uno de sus célebres aforismos, Giulio Andreotti, siete veces primer ministro italiano, dijo que “el poder desgasta… a quien no lo tiene”. Pero quien lo ejerce, tampoco rebosa de salud. Es más: la historia demuestra que el oficio de gobernar suele pasar factura, a veces de forma grave, y que la enfermedad condiciona el ejercicio del mismo. David Owen, médico, que fue en los años setenta ministro de Exteriores del Reino Unido, ha publicado un libro en el que repasa las enfermedades de los principales jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años (En el poder y en la enfermedad, Siruela). Su conclusión es que pocos líderes consiguen el aprobado.
En un artículo publicado en el 2009 en la revista Brain, junto a Jonathan Davidson, profesor del departamento de Psiquiatría y de las Ciencias del Comportamiento en la Duke University, en Dirham (EE.UU.), Owen llegó a la conclusión de que la mitad de los presidentes estadounidenses entre 1776 y 1974 ha padecido trastornos psiquiátricos. Los más comunes: depresión, ansiedad, trastorno bipolar y dependencia del alcohol. En uno de cada tres casos, estos problemas “fueron evidentes a lo largo del ejercicio de su mandato”. Algún ejemplo: Theodore Roosevelt (trastorno bipolar), Wilson y Hoover (trastorno depresivo grave), Nixon (abuso de alcohol). ¿El oficio del político es malo para la salud?
El profesor Jonathan Davidson ha aceptado contestar por correo electrónico a algunas preguntas. “En algunos casos había tendencias previas de algún síntoma antes de que los líderes asumieran el cargo y no hay duda de que al ejercer el poder, el problema se acentúa. No obstante, se han dado casos en los que la enfermedad apareció por primera vez en la presidencia”. “Dicho eso –añade–, no creo que tampoco los políticos tengan una predisposición a volverse locos”. En cambio, según el psiquiatra José Cabrera, autor del libro La salud mental de los políticos, “una persona que accede al poder político ya presenta un perfil predeterminado y posee una ambición especial. Sin embargo, aunque uno tenga una vocación para ocupar cargos políticos, el ejercicio del poder es una losa tan grande que le puede hacer perder la perspectiva. No necesariamente se traduce en algo grave, pero sí pueden darse unos síntomas inherentes al oficio”.
Los trastornos psíquicos no siempre salen a la luz o, si lo hacen, ocurre años después. El dato está confirmado por las estadísticas: en los últimos cien años, sólo dos jefes de Estado o de Gobierno han sido declarados dementes de manera formal. El presidente francés Paul Deschanel, que dimitió voluntariamente en 1920, y en 1952 el rey Talal de Jordania, que fue obligado a dejar el cargo a causa de su esquizofrenia. Nada más. Con toda evidencia, la mayoría de las enfermedades de los jefes de Estado y de Gobierno han sido subestimadas o, en el peor de los casos, ocultadas a la opinión pública. Según Cabrera, “la explicación es esencialmente política: los mandatarios mantienen sus dolencias bajo secreto para no debilitar su poder y para no influir en la lucha de sucesión”.
Son varios los mandatarios que han optado por ocultar su estado real de salud mientras estaban en el poder. François Miterrand es tal vez el caso más llamativo. Sufría cáncer de próstata, pero pronto su obsesión por esconder la enfermedad se transformó en paranoia. El presidente francés tenía miedo de ser objeto de espionaje médico internacional y de que le descubrieran. Claude Gubler, su médico personal, se vio obligado a acompañar a Mitterrand en sus viajes con el equipo a cuestas y a colgar el gotero de las perchas de los armarios de los hoteles para no poner clavos en las paredes. Gubler registraba a consciencia el cuarto de baño usado por su paciente y vaciaba las cisternas después del uso para estar seguro de no dejar rastro en las habitaciones de los hoteles que pudieran hacer sospechar que el presidente estaba enfermo. Gubler confesó que “jugaron al escondite con la muerte durante once años”.
A Mitterrand le costó revelar un cáncer. Pero lo habitual es ocultar trastornos psíquicos. Sea por vergüenza o, simplemente, por negar la realidad. “Los electores todavía estigmatizan los que sufren problemas mentales. Además, el gobernante cree que si el trastorno fuera público, podría perder votos. Y así no reconoce su propia debilidad”, sostiene Davidson. Para Owen, en todo caso hay que ser prudentes y no confundir el diagnóstico médico con el político. “La depresión y la enfermedad mental están extendidas y no pueden ser consideradas como una incapacidad automática para desempeñar un cargo público”, escribe. De hecho, se han dado hasta casos en los que los pacientes supieron aprovechar la enfermedad a su favor. Es el caso de Lincoln. “Es probable que dominar su depresión o aprender a vivir con ella contribuyera a su carácter como presidente”, señala. Pero lo mismo se puede decir con Churchill, por no hablar de Roosevelt, que padeció polio y problemas cardiacos y, pese a ello, pasó a la historia como uno de los mejores presidentes de la historia de EE.UU. “Los tres salieron reforzados y hasta fueron mejores líderes y más decisivos, porque fueron capaces de mejorar su capacidad de juicio. Es lo que se llama, en términos médicos, “realismo depresivo”, señala Owen.
El problema, más bien, tiene lugar cuando la enfermedad, psíquica o física, tiene consecuencias concretas sobre las políticas de los gobernantes. Según Davidson, Harold Wilson y Ronald Reagan (que sufrieron demencia), Nixon (adicto al alcohol) y Kennedy (dependiente de fármacos) tomaron decisiones equivocadas debido a su estado de salud. Por no hablar de aquellos mandatarios que, en un ataque narcisista y de endiosamiento, se dejaron llevar por su instinto en contra de la razón de Estado. Es lo que en la psiquiatría se conoce como síndrome de hybris.
El filósofo David E. Cooper definió la actitud propia de la hybris como “exceso de confianza en uno mismo, una actitud de mandar a freír espárragos a la autoridad y rechazar de entrada advertencias y consejos, tomándose a uno mismo como modelo. Según Owen, “la mayoría de los síndromes de personalidad suele manifestarse en las personas antes de los 18 años y perduran el resto de su vida. El hybris, en cambio, parece más bien como algo adquirido. Se manifiesta cuando el ejercicio del poder se ha asociado al éxito durante un largo periodo de tiempo y se ha ejercido con pocas restricciones”. Aunque no hay consenso en el mundo científico sobre la definición de esta patología, entre los políticos que pueden haber padecido el hybris, según Owen, estarían Tony Blair y George W. Bush. La controvertida invasión de Iraq, llevada a cabo pese a muchas críticas externas e internas, sería el ejemplo más claro de este trastorno.
De ahí la pregunta: ¿se puede evitar que el mandatario que acceda al poder desarrolle enfermedades que le impidan el ejercicio de su función? Uno podría pensar: tenemos a los políticos que nos merecemos. ¿Pero y los médicos? “Los tratamientos han sido en muchos casos muy inconsistentes, con profesionales que hacían todo lo que su poderoso paciente le pedía”, sostiene Davidson. Los doctores se encuentran a menudo entre la espada y la pared: decir la verdad sobre el estado de su asistido se puede considerar una violación del secreto profesional, pero engañar con medias verdades en un boletín es mentir a la opinión pública. Una posible solución es que, si hay que comunicar algo, el responsable sea el paciente o su gabinete. Y que el médico se encargue sólo de curar. En cambio, Owen y Davidson coinciden en que para frenar el hybris poco se puede hacer. “Ningún tratamiento puede sustituir la necesidad de autocontrol, la preservación de la modestia, la habilidad de reírse de sí mismo y la capacidad de escuchar a los demás”.
Para Cabrera, “un paciente tiene derecho a estar enfermo y a ser tratado bien. Pero yo creo que los ciudadanos deberían exigir, y es también su derecho, que sus gobernantes disfruten de una salud estable”. ¿Y si se llevara a cabo una valoración médica independiente al político antes de ocupar el cargo? De hecho, es una práctica común en las sociedades anónimas. Los accionistas exigen protección y transparencia en lo que se refiere a la salud de sus consejeros delgados. Aunque, en la política, es más difícil de llevar a la práctica. “¿Habrían apoyado los norteamericanos a Roosevelt en 1944, cuando se presentó a un cuarto mandato, de haber podido leer una valoración médica independiente que detallara su dolencia cardiaca?”, se pregunta Owen.
WINSTON CHURCHILL
El mismo primer ministro británico hacía bromas sobre sus condiciones psicofísicas. Dijo: “La salud es un estado transitorio que no presagia nada bueno”. En su juventud, Churchill fue proclive a la depresión. Confesó que no le gustaba estar cerca del borde de un andén cuando pasaba un tren, porque tenía la tentación de tirarse. Sufrió a lo largo de su vida muchos altibajos. En 1942, su jefe de Estado Mayor le describió así: “No se le puede juzgar según los criterios corrientes. Es una masa de contradicciones. Es un producto de la naturaleza, de humor tan variable como un día de abril”. También tenía afición a la bebida. “Las cantidades de licor que consumió –champán, brandy, whisky– fueron increíbles”, comentó, un funcionario, tras ver al premier en 1943.
F.D. ROOSEVELT
Contrajo la polio a los 39 años, pero el presidente intentó minimizar sus achaques a la opinión pública. De las 35.000 fotografías que se conservan en la Roosevelt Presidential Library, sólo dos lo muestran en silla de ruedas. Su médico le consideraba como comandante en jefe y tal vez no le cuidó como es debido. Baste pensar que se le hizo el primer chequeo médico completo sólo en 1944, once años después de su llegada a la presidencia, a instancia de su hija. Se le diagnosticó entonces hipertensión, disfunción e insuficiencia cardiaca y bronquitis aguda. Los médicos calificaron su estado como “terrible”. En la conferencia de Yalta, en febrero de 1945, estaba muy debilitado para negociar. En marzo del mismo año, en un discurso, confundió Yalta con Malta. Murió en abril.
EVA PERÓN
Según la revista The Lancet, la primera dama argentina (así como el resto del país) ignoraba que su histerectomía realizada en 1951 en secreto por un oncólogo estadounidense, George Pack, se debió al cáncer. Eva Perón murió sin conocer su diagnóstico, ni quien era el médico que la operó. La familia Perón no quiso afectar a la esposa del presidente con una carga añadida. Además, se temía que la noticia hubiera podido perjudicar el régimen. Según otra versión en La Nación, ocultar la enfermedad fue una elección casi obligada, porque, según los médicos, “Eva Perón era una mujer temperamental y no estaba predispuesta a hacer controles médicos con la perseverancia de las señoras de hoy”.
WOODROW WILSON
Según Georges Clemenceau, médico y primer ministro de Francia, Wilson sufrió de una “neurosis religiosa” durante la conferencia de Paz de 1919. Hay quien sostiene que entre 1919 y 1921 Estados Unidos fue gobernado por una mujer: Edith Galt, esposa de Wilson. Justo después de la conferencia, el mandatario sufrió un infarto cerebral que lo redujo a un estado semivegetativo. Su esposa obligó a los médicos a mantener el secreto profesional y, luego, de Estado. Se prohibieron las visitas. Edith sostuvo que su marido asentía y decidía sobre todos los asuntos, cosa difícil de creer. Las consecuencias políticas de la enfermedad fueron relevantes. Si Wilson hubiera estado en condiciones, tal vez habría involucrado su país en la Sociedad de Naciones, lo que habría supuesto un impulso para la paz.
GEORGE W. BUSH y TONY BLAIR
Ambos habrían sufrido el síndrome de hybris durante su mandato. Blair de joven tenía una gran pasión para la interpretación teatral y fue miembro de una banda de rock, lo que, según Owen, acentuó sus tendencias narcisistas. En cuanto a George W. Bush, sus convicciones religiosas derivaron, una vez en el cargo, en “creencias mesiánicas”. Su cuadro clínico fue delicado. Blair sufrió crisis de taquicardias, mientras que Bush había sido alcohólico (con las consecuencias que ello conlleva para la salud), pese a que él aseguró haberlo dejado en 1987.
J.F. KENNEDY
Cuando prestó juramento en el cargo, ocultó al electorado que padecía la enfermedad de Addison (una insuficiencia de las glándulas suprarreales). Se la diagnosticaron en 1947. Le dieron un año de vida y, antes de que empezara a recibir tratamiento, llegaron a administrarle los últimos sacramentos. Fue tratado con testosterona y esteroides, lo que le disparó el apetito sexual. Confesó al primer ministro británico Harold Mc Millan que necesitaba mantener relaciones sexuales tres veces por día para combatir sus dolores de cabeza. Tuvo problemas de espalda a lo largo de su vida, pero no a raíz de una herida de guerra, sino de un accidente de coche en 1938. Los médicos confirman que los pacientes con enfermedad de Addison presentan “casi sin excepción anormalidades psiquiátricas”: depresión, apatía, ansiedad, irritabilidad. El 29 de abril 1961, Kennedy ordenó acciones en Vietnam, cuando el día anterior había mantenido relaciones con la querida de un mafioso en Chicago. Una investigación periodística confirmó además que Kennedy consumió cocaína durante una visita a Las Vegas en 1960 y experimentó con marihuana y LSD.
FRANCISCO FRANCO
Las técnicas y máquinas de mantenimiento de los sistemas vitales permitieron prolongar la vida del Generalísimo, aunque llevara mucho tiempo inconsciente. Su agonía duró casi 25 días y fue mantenida en secreto. Para el historiador Paul Preston, “el mantener vivo a Franco mientras estaba en coma obedecía a que sus partidarios querían asegurarse de que el primer ministro que nombraría el Rey fuera una persona de su confianza”. Desde 1963, Franco padecía diabetes y tenía enfermedad de Parkinson.
JOSEPH STALIN
Usurpó el poder a Lenin, mientras este estaba en coma y su enfermedad era declarada secreto de Estado. Stalin era paranoico. Hasta hizo disparar a uno de sus guardias personales después de enterarse de que este había pedido que le arreglaran las botas para que no le crujieran: el líder soviético temía que el guardia pudiera acercarse a él sin que le oyera. Cuando Stalin sufrió su ataque fatal, pasaron doce horas sin que se llamara a ningún médico para que lo viera por miedo a sus posibles reacciones.
RICHARD NIXON
El 11 de octubre 1973, el primer ministro británico Edward Heath quiso hablar con Nixon sobre la situación en Oriente Medio. Al cabo de unos minutos, Kissinger volvió y dijo: “Cuando hablé con el presidente, estaba borracho”. El episodio es sintomático. El mandatario estadounidense también padecía depresión y paranoia y, según Owen, estuvo muy cerca de ser un “psicótico”: hacía llamadas telefónicas en plena madrugada y hasta amenazó, en estado de embriaguez, con tirar bombas atómicas a Corea del Norte. Desarrolló síntomas de hybris.
BORIS YELTSIN
El 31 de agosto de 1994, en Berlín, en una ceremonia para celebrar la marcha de los últimos solados rusos, Yeltsin arrebató de la mano la batuta del director y se puso a dirigir la Banda de la Policía de la ciudad, para luego cantar una canción popular rusa. Un mes después, en el aeropuerto de Shannon, no fue capaz de bajar del avión, a pesar de tener a todo el gobierno irlandés congregado a pie de la escalerilla para recibirlo, al estar borracho. Más allá de estos episodios, Yeltsin tuvo cinco ataques cardiacos mientras ocupaba el cargo. En 1996, pocos meses antes de implantarle cinco bypass cardiacos, estuvo bailando en Rostov en un concierto en el palco con unas bailarinas rusas.
ADOLF HITLER
Los psicólogos de la CIA consideraban que el líder nazi sufría de “histeria, paranoia, esquizofrenia, tendencias edípicas, autodegradación y sifilofobia, un miedo a la contaminación de la sangre”. Los autores sostenían que Hitler, más que estar sumido en la locura, era un “neurótico que carece de las adecuadas inhibiciones”. Su doctor, Theo Gilbert Morell, le inyectaba a diario un compuesto de cafeína, estricnina, glucosa, morfina, vitaminas, fermentos lácteos (y otro, aún más estrambótico, a base de testículo de toro y uva). Su temblor en el costado izquierdo era típico del parkinson. Sólo tenía un testículo, sufría hipocondría e insomnio y durante el asedio de su bunker consumió cocaína.
MAO ZEDONG
Fue despiadado y sádico. En marzo de 1927, el líder chino comentaba en la revista del Komintern: “Uno o dos ciudadanos golpeados hasta morir no es para tanto”. Según Owen, “en su caso hay algunas pruebas de enfermedad mental”. Periódicamente, Mao se pasaba meses en la cama, según su médico, “enfermo de preocupación”. Padecía trastornos bipolares. Contrajo malaria cerebral. En los setenta, tuvo problemas cardiacos y contrajo la enfermedad de Lou Gehrig.
FRANÇOIS MITTERRAND
Ocultó su estado de salud a los franceses durante once años. Se le diagnosticó un cáncer de próstata en 1981. La supervivencia media para un paciente con un cáncer tan avanzado era de tres años. Mitterrand dijo textualmente a su médico, Claude Gluber: “Ocurra lo que ocurra, no debe usted revelar nada. Es un secreto de Estado”. El presidente francés no lo reveló ni a su esposa ni a sus hijos. Fuente: www.lavanguardia.com
La salud de los mandatarios
WINSTON CHURCHILL
El mismo primer ministro británico hacía bromas sobre sus condiciones psicofísicas. Dijo: “La salud es un estado transitorio que no presagia nada bueno”. En su juventud, Churchill fue proclive a la depresión. Confesó que no le gustaba estar cerca del borde de un andén cuando pasaba un tren, porque tenía la tentación de tirarse. Sufrió a lo largo de su vida muchos altibajos. En 1942, su jefe de Estado Mayor le describió así: “No se le puede juzgar según los criterios corrientes. Es una masa de contradicciones. Es un producto de la naturaleza, de humor tan variable como un día de abril”. También tenía afición a la bebida. “Las cantidades de licor que consumió –champán, brandy, whisky– fueron increíbles”, comentó, un funcionario, tras ver al premier en 1943.
F.D. ROOSEVELT
Contrajo la polio a los 39 años, pero el presidente intentó minimizar sus achaques a la opinión pública. De las 35.000 fotografías que se conservan en la Roosevelt Presidential Library, sólo dos lo muestran en silla de ruedas. Su médico le consideraba como comandante en jefe y tal vez no le cuidó como es debido. Baste pensar que se le hizo el primer chequeo médico completo sólo en 1944, once años después de su llegada a la presidencia, a instancia de su hija. Se le diagnosticó entonces hipertensión, disfunción e insuficiencia cardiaca y bronquitis aguda. Los médicos calificaron su estado como “terrible”. En la conferencia de Yalta, en febrero de 1945, estaba muy debilitado para negociar. En marzo del mismo año, en un discurso, confundió Yalta con Malta. Murió en abril.
EVA PERÓN
Según la revista The Lancet, la primera dama argentina (así como el resto del país) ignoraba que su histerectomía realizada en 1951 en secreto por un oncólogo estadounidense, George Pack, se debió al cáncer. Eva Perón murió sin conocer su diagnóstico, ni quien era el médico que la operó. La familia Perón no quiso afectar a la esposa del presidente con una carga añadida. Además, se temía que la noticia hubiera podido perjudicar el régimen. Según otra versión en La Nación, ocultar la enfermedad fue una elección casi obligada, porque, según los médicos, “Eva Perón era una mujer temperamental y no estaba predispuesta a hacer controles médicos con la perseverancia de las señoras de hoy”.
WOODROW WILSON
Según Georges Clemenceau, médico y primer ministro de Francia, Wilson sufrió de una “neurosis religiosa” durante la conferencia de Paz de 1919. Hay quien sostiene que entre 1919 y 1921 Estados Unidos fue gobernado por una mujer: Edith Galt, esposa de Wilson. Justo después de la conferencia, el mandatario sufrió un infarto cerebral que lo redujo a un estado semivegetativo. Su esposa obligó a los médicos a mantener el secreto profesional y, luego, de Estado. Se prohibieron las visitas. Edith sostuvo que su marido asentía y decidía sobre todos los asuntos, cosa difícil de creer. Las consecuencias políticas de la enfermedad fueron relevantes. Si Wilson hubiera estado en condiciones, tal vez habría involucrado su país en la Sociedad de Naciones, lo que habría supuesto un impulso para la paz.
GEORGE W. BUSH y TONY BLAIR
Ambos habrían sufrido el síndrome de hybris durante su mandato. Blair de joven tenía una gran pasión para la interpretación teatral y fue miembro de una banda de rock, lo que, según Owen, acentuó sus tendencias narcisistas. En cuanto a George W. Bush, sus convicciones religiosas derivaron, una vez en el cargo, en “creencias mesiánicas”. Su cuadro clínico fue delicado. Blair sufrió crisis de taquicardias, mientras que Bush había sido alcohólico (con las consecuencias que ello conlleva para la salud), pese a que él aseguró haberlo dejado en 1987.
J.F. KENNEDY
Cuando prestó juramento en el cargo, ocultó al electorado que padecía la enfermedad de Addison (una insuficiencia de las glándulas suprarreales). Se la diagnosticaron en 1947. Le dieron un año de vida y, antes de que empezara a recibir tratamiento, llegaron a administrarle los últimos sacramentos. Fue tratado con testosterona y esteroides, lo que le disparó el apetito sexual. Confesó al primer ministro británico Harold Mc Millan que necesitaba mantener relaciones sexuales tres veces por día para combatir sus dolores de cabeza. Tuvo problemas de espalda a lo largo de su vida, pero no a raíz de una herida de guerra, sino de un accidente de coche en 1938. Los médicos confirman que los pacientes con enfermedad de Addison presentan “casi sin excepción anormalidades psiquiátricas”: depresión, apatía, ansiedad, irritabilidad. El 29 de abril 1961, Kennedy ordenó acciones en Vietnam, cuando el día anterior había mantenido relaciones con la querida de un mafioso en Chicago. Una investigación periodística confirmó además que Kennedy consumió cocaína durante una visita a Las Vegas en 1960 y experimentó con marihuana y LSD.
FRANCISCO FRANCO
Las técnicas y máquinas de mantenimiento de los sistemas vitales permitieron prolongar la vida del Generalísimo, aunque llevara mucho tiempo inconsciente. Su agonía duró casi 25 días y fue mantenida en secreto. Para el historiador Paul Preston, “el mantener vivo a Franco mientras estaba en coma obedecía a que sus partidarios querían asegurarse de que el primer ministro que nombraría el Rey fuera una persona de su confianza”. Desde 1963, Franco padecía diabetes y tenía enfermedad de Parkinson.
JOSEPH STALIN
Usurpó el poder a Lenin, mientras este estaba en coma y su enfermedad era declarada secreto de Estado. Stalin era paranoico. Hasta hizo disparar a uno de sus guardias personales después de enterarse de que este había pedido que le arreglaran las botas para que no le crujieran: el líder soviético temía que el guardia pudiera acercarse a él sin que le oyera. Cuando Stalin sufrió su ataque fatal, pasaron doce horas sin que se llamara a ningún médico para que lo viera por miedo a sus posibles reacciones.
RICHARD NIXON
El 11 de octubre 1973, el primer ministro británico Edward Heath quiso hablar con Nixon sobre la situación en Oriente Medio. Al cabo de unos minutos, Kissinger volvió y dijo: “Cuando hablé con el presidente, estaba borracho”. El episodio es sintomático. El mandatario estadounidense también padecía depresión y paranoia y, según Owen, estuvo muy cerca de ser un “psicótico”: hacía llamadas telefónicas en plena madrugada y hasta amenazó, en estado de embriaguez, con tirar bombas atómicas a Corea del Norte. Desarrolló síntomas de hybris.
BORIS YELTSIN
El 31 de agosto de 1994, en Berlín, en una ceremonia para celebrar la marcha de los últimos solados rusos, Yeltsin arrebató de la mano la batuta del director y se puso a dirigir la Banda de la Policía de la ciudad, para luego cantar una canción popular rusa. Un mes después, en el aeropuerto de Shannon, no fue capaz de bajar del avión, a pesar de tener a todo el gobierno irlandés congregado a pie de la escalerilla para recibirlo, al estar borracho. Más allá de estos episodios, Yeltsin tuvo cinco ataques cardiacos mientras ocupaba el cargo. En 1996, pocos meses antes de implantarle cinco bypass cardiacos, estuvo bailando en Rostov en un concierto en el palco con unas bailarinas rusas.
ADOLF HITLER
Los psicólogos de la CIA consideraban que el líder nazi sufría de “histeria, paranoia, esquizofrenia, tendencias edípicas, autodegradación y sifilofobia, un miedo a la contaminación de la sangre”. Los autores sostenían que Hitler, más que estar sumido en la locura, era un “neurótico que carece de las adecuadas inhibiciones”. Su doctor, Theo Gilbert Morell, le inyectaba a diario un compuesto de cafeína, estricnina, glucosa, morfina, vitaminas, fermentos lácteos (y otro, aún más estrambótico, a base de testículo de toro y uva). Su temblor en el costado izquierdo era típico del parkinson. Sólo tenía un testículo, sufría hipocondría e insomnio y durante el asedio de su bunker consumió cocaína.
MAO ZEDONG
Fue despiadado y sádico. En marzo de 1927, el líder chino comentaba en la revista del Komintern: “Uno o dos ciudadanos golpeados hasta morir no es para tanto”. Según Owen, “en su caso hay algunas pruebas de enfermedad mental”. Periódicamente, Mao se pasaba meses en la cama, según su médico, “enfermo de preocupación”. Padecía trastornos bipolares. Contrajo malaria cerebral. En los setenta, tuvo problemas cardiacos y contrajo la enfermedad de Lou Gehrig.
FRANÇOIS MITTERRAND
Ocultó su estado de salud a los franceses durante once años. Se le diagnosticó un cáncer de próstata en 1981. La supervivencia media para un paciente con un cáncer tan avanzado era de tres años. Mitterrand dijo textualmente a su médico, Claude Gluber: “Ocurra lo que ocurra, no debe usted revelar nada. Es un secreto de Estado”. El presidente francés no lo reveló ni a su esposa ni a sus hijos. Fuente: www.lavanguardia.com
¿Te has planteado donar óvulos?
Muchas mujeres desean tener hijos pero no pueden. La Donación de óvulos por parte de mujeres fértiles es pues un acto solidario y altruista que puedes hacer siempre que tengas más de 18 años y hasta los 34, siempre que estés sana y no tengas ninguna enfermedad de transmisión sexual o hereditaria y siempre que residas cerca de algún centro IVI que disponen de un banco de óvulos.
Por otra parte, recibirás una compensación económica por las molestias que te has tomado fijada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad según las recomendaciones de la Comisión nacional de Reproducción Humana Asistida.
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Mediante la donación de óvulos ayudas a mujeres que no son fértiles ya sea por la edad o por alguna enfermedad ovárica, mujeres con enfermedades genéticas o que no responden a la medicación o bien sus óvulos no poseen la calidad necesaria para ser fecundados.
El equipo médico de IVI (y no la mujer receptora) será el que determine si puedes ser donante de óvulos o no. Los óvulos tienen que ser fenotípicamente e inmunológicamente similares a la de la mujer receptora.
La donación de óvulos no adelanta la menopausia, no incrementa la incidencia de cáncer ni hace que aparezca acné o vello, como algunos creen erróneamente.
En IVI te encontrarás en manos de especialistas en reproducción asistida, psicólogos, y personal auxiliar que velarán por ti de manera profesional y garantizándote la mayor seguridad gracias a la más avanzada tecnología.
2 feb 2014
Empleos raros en los que quizás nunca trabajarías
La mayoría de trabajos extraños no están especialmente bien pagados, pero la experiencia laboral puede merecer la pena. Aquí están los primeros en la clasificación de los trabajos que podrían ser los más raros del mundo, según theepochtimes.com.
Ondeador de banderas. En el Hotel Rambagh Palace de Jaipur (India) tienen contratado a un hombre para que ondee una bandera a sus cliente. El objetivo es alejar a los pajáros que acuden para beber en la fuente del jardín principal.
Testeador de olores. ¿Tu desodorante huele bien? Pues alguien tuvo que oler sobacos hasta que funcionó. Aunque no toda la gente vale para el trabajo, los profesionales que hacen las pruebas de olor de productos de higiene y limpieza ganan unos 35.000 dólares anuales.
Ufólogo. No, Mulder y Scully no son los únicos. Como por ejemplo Peter A. Sturrock, un profesor de EEUU es también uno de los ufólogos más reconocidos del mundo, aunque su salario no es igual. Sus conclusiones más polémicas apuntan a que la mayoría de 12.500 avistamientos de OVNI's reconocidos por las Fuerzas Armadas estadounidenses son en su mayoría “identificaciones erróneas”.
Paseador de patos. Edward Pembrok, un empleado del Hotel Peabody de Memphis (EEUU) acompañó durante cincuenta años (dos veces al día) a los patos del complejo hotelero. Su destino, que pasaba por la alfombra roja de los clientes, era la fuente del jardín principal del hotel, donde los animales bebían y se refrescaban.
Recogedor de pelotas de golf bajo el agua. El hoyo número 17 del campo de golf TPC-Sawgrass de Florida (EEUU), es uno de los más complicados del mundo. De hecho, son tantas las pelotas de golf que acaban sumergidas que la empresa contrata submarinistas para que las saquen de vuelta, hasta 120.000 bolas al año.
Deshollinador. Norbert Skrobek es considerado el mejor deshollinador de Berlín (Alemania). El hombre trabaja principalmente en el distrito de Kreuzberg, y es un técnico altamente cualificado. Lejos de la vieja imagen del deshollinador, los profesionales de hoy en día reciben una formación experta en cualquier problema relacionado con ventilación.
Balanceador de dados. Para evitar timos de cualquier tipo, en casi todos los casinos de Las Vegas (EEUU) tienen contratado a un experto balanceador de dados. El trabajo del especialista es comprobar que ningún dado ha sido trucado, y el contrato puede ser del propio casino, del fabricante o de la autoridad encargada de vigilar el juego en el país.
Mascota de un equipo deportivo profesional. ¿Cuánto pagan por meterse durante horas en un pesado e incómodo traje? Al menos en el equipo de béisbol de los New York Mets el salario de su mascota ronda los 25.000 dólares anuales. Pero la cantidad puede ser mucho mayor, si eres el mejor y consigues animar a los asistentes al evento, la cifra puede alcanzar seis dígitos.
Patoecologista. En la película Jurassic Park, uno de los personajes se dedicaba a meter la mano en las heces de los dinosaurios para coger muestras. Y sí, es un trabajo. Ahora son más una mezcla entre químico-biólogo y arqueólogo. Según la web insidejobs.com, el salario de un patoecologista puede rondar los 90.000 dólares anuales. Fuente: La Información
Empleos raros en los que quizás nunca trabajarías
Ondeador de banderas. En el Hotel Rambagh Palace de Jaipur (India) tienen contratado a un hombre para que ondee una bandera a sus cliente. El objetivo es alejar a los pajáros que acuden para beber en la fuente del jardín principal.
Testeador de olores. ¿Tu desodorante huele bien? Pues alguien tuvo que oler sobacos hasta que funcionó. Aunque no toda la gente vale para el trabajo, los profesionales que hacen las pruebas de olor de productos de higiene y limpieza ganan unos 35.000 dólares anuales.
Ufólogo. No, Mulder y Scully no son los únicos. Como por ejemplo Peter A. Sturrock, un profesor de EEUU es también uno de los ufólogos más reconocidos del mundo, aunque su salario no es igual. Sus conclusiones más polémicas apuntan a que la mayoría de 12.500 avistamientos de OVNI's reconocidos por las Fuerzas Armadas estadounidenses son en su mayoría “identificaciones erróneas”.
Paseador de patos. Edward Pembrok, un empleado del Hotel Peabody de Memphis (EEUU) acompañó durante cincuenta años (dos veces al día) a los patos del complejo hotelero. Su destino, que pasaba por la alfombra roja de los clientes, era la fuente del jardín principal del hotel, donde los animales bebían y se refrescaban.
Recogedor de pelotas de golf bajo el agua. El hoyo número 17 del campo de golf TPC-Sawgrass de Florida (EEUU), es uno de los más complicados del mundo. De hecho, son tantas las pelotas de golf que acaban sumergidas que la empresa contrata submarinistas para que las saquen de vuelta, hasta 120.000 bolas al año.
Deshollinador. Norbert Skrobek es considerado el mejor deshollinador de Berlín (Alemania). El hombre trabaja principalmente en el distrito de Kreuzberg, y es un técnico altamente cualificado. Lejos de la vieja imagen del deshollinador, los profesionales de hoy en día reciben una formación experta en cualquier problema relacionado con ventilación.
Balanceador de dados. Para evitar timos de cualquier tipo, en casi todos los casinos de Las Vegas (EEUU) tienen contratado a un experto balanceador de dados. El trabajo del especialista es comprobar que ningún dado ha sido trucado, y el contrato puede ser del propio casino, del fabricante o de la autoridad encargada de vigilar el juego en el país.
Mascota de un equipo deportivo profesional. ¿Cuánto pagan por meterse durante horas en un pesado e incómodo traje? Al menos en el equipo de béisbol de los New York Mets el salario de su mascota ronda los 25.000 dólares anuales. Pero la cantidad puede ser mucho mayor, si eres el mejor y consigues animar a los asistentes al evento, la cifra puede alcanzar seis dígitos.
Patoecologista. En la película Jurassic Park, uno de los personajes se dedicaba a meter la mano en las heces de los dinosaurios para coger muestras. Y sí, es un trabajo. Ahora son más una mezcla entre químico-biólogo y arqueólogo. Según la web insidejobs.com, el salario de un patoecologista puede rondar los 90.000 dólares anuales. Fuente: La Información
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