¿Tienen algo que enseñarnos a los españoles, que éramos la alegría de la huerta y andamos de capa caída desde que empezó la crisis? Es muy probable si hacemos caso al último Informe Mundial sobre la Felicidad, elaborado por la ONU entre 156 países: Dinamarca es el número 1 tras la caída de Islandia (otra víctima de la crisis), seguido de Noruega y Suiza; España ocupa el puesto 38. La satisfacción media del planeta es de 5 sobre 10; la de los daneses roza el 8.
¿Pero de verdad se puede medir algo tan subjetivo? Es lo primero que le pregunto a Meik Wiking, director del Instituto de Investigación de la Felicidad, un «think tank» de Copenhague que ha encuestado a diez mil daneses para averiguar las razones de su gozosa existencia. «Sí que se puede, pero hay que diferenciar entre felicidad a largo y a corto plazo. No es lo mismo la euforia que se siente en un momento dado que la satisfacción profunda por la manera en que vivimos. Una felicidad es hedonista; la otra, eudaimónica, palabra griega asociada a la sensación de que la vida tiene un sentido. Incluso las regiones cerebrales que las gobiernan son distintas. La felicidad de los daneses es duradera. ¿Cómo la medimos? El mejor experto es uno mismo. Si alguien me dice que es feliz, yo le creo».
La prueba de que la alegría de los daneses no es solo una colección de momentazos es que el país está en el grupo de cabeza de estas clasificaciones desde hace cuatro décadas. Todo empezó en los años setenta y en el Himalaya, nada menos. El rey de Bután decidió que el PIB no era el indicador más apropiado para medir la prosperidad de sus súbditos, pobres en renta pero ricos en sonrisas per cápita, e instauró la Felicidad Nacional Bruta. Lo que parecía una boutade llamó la atención del mundo. Y universidades y organismos se lanzaron a comparar los intangibles que hacen la vida más agradable y llevadera. Hay 72 indicadores. Pero la receta de la felicidad 'a la danesa' se cuece con ocho ingredientes.
1. CONFIANZA. Los padres dejan a los bebés solos en los cochecitos a la puerta del súper. Dinamarca es el segundo país más seguro del mundo. En buena medida, porque los daneses se fían del prójimo. Tres de cada cuatro creen en la bondad de los desconocidos. Los padres dejan a los bebés solos en el carricoche a las puertas de los supermercados. Los agricultores colocan sus frutas y verduras en tenderetes junto a la carretera confiando en que los automovilistas pagarán lo que se lleven. «Ayer fui a recoger mi bicicleta del taller y se me olvidó la cartera. El dueño me dijo que le pagara cuando me viniese bien, me comenta Wiking. La confianza mutua reduce el estrés. Los daneses se fían porque su experiencia les dice que la gente no les va a defraudar. Y se forma un círculo virtuoso. Un experimento sociológico realizado en Europa y los Estados Unidos es muy revelador. Los investigadores colocaron en calles céntricas de diferentes ciudades carteras con importantes sumas de dinero junto a un carné de identidad que permitía contactar con el 'propietario'. Solo en dos países todas las carteras fueron devueltas con el contenido intacto: Dinamarca y Noruega».
2. RIQUEZA. Presumen de tener los sueldos más altos del mundo. Salario mínimo: 2.000 euros al mes. Los daneses desoyeron los cantos de sirena del euro y siguieron con su moneda: la corona. Y aunque la crisis les ha pasado factura, Dinamarca presume de los sueldos más altos del mundo, con un salario mínimo que ronda los 2.000 euros mensuales; en contrapartida, la vida es cara. «Los ingresos se reparten equitativamente, sin grandes diferencias entre las rentas altas y las bajas. Esto elimina mucha infelicidad, porque evita la tendencia a compararnos con los demás, reflexiona Wiking. Además, los daneses sentimos menos necesidad que otros de escalar en el estatus social. No hay envidias porque no estamos obsesionados por destacar».
3. SOLIDARIDAD. Cuando el gobierno anunció una bajada de impuestos, la gente salió a la calle. ¡Temían que eso mermara los servicios públicos! «Lo que hacemos con nuestro dinero es más importante que cuánto dinero ganamos. Es mejor gastarlo en ayudar a los demás que en artículos de consumo porque refuerza los vínculos sociales, decisivos para la felicidad», sentencia Wiking. ¿Y qué hacen los daneses con su dinero? Básicamente, la mitad se lo lleva Hacienda. Cuando el Gobierno anunció en 2007 una reducción de impuestos, se convocaron huelgas y manifestaciones de protesta. ¡Vivir para ver! La gente pensaba que eso mermaría los servicios públicos. Lee la noticia completa en XL Semanal
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