El Doctor Richard Barnett publica ‘The Sick Rose’, un catálogo sobre el arte de la representación de la enfermedad en la medicina antigua
Por: Luna Miguel
La enfermedad como tema y como obsesión es uno de los más intensos motores de la literatura y el arte. Desde la poesía, la fotografía, la novela o la ilustración siempre hemos encontrado metáforas que evocaron padecimientos, pigmentos que significaron vísceras y completas descripciones de síntomas o espasmos que recorrieron el cuerpo de creadores obsesionados con explicar su mal. Con entenderlo para luchar contra él. Con airearlo para que nunca más volviera a hacerles daño.
Es cierto que el arte le debe al asunto de las afecciones y de la medicina algunas de las más grandes obras. Desde novelas clásicas como La montaña mágica, de Thomas Mann, hasta poemarios contemporáneos como Imperia, de Daniela Camacho; desde célebres cuadros como La lección de anatomía de Rembrandt, hasta imaginarios alucinados como el de la joven polaca Aleksandra Waliszewska.
Sin embargo, lo que descubrimos gracias The Sick Rose. Disease and the Art of Medical Illustration es que a lo largo de los siglos la influencia ha sido mutua. Ya no es sólo que el creador no puede vivir sin la medicina, sino también que la medicina no puede vivir sin el artista.
El doctor inglés Richard Barnett es el autor de este enorme y bello manual de anatomía patológica, que aparecerá en librerías el próximo 2 de junio de la mano de la editorial Thames & Hudson. Barnett obtuvo una beca de residencia en el Morbid Anatomy Museum de EEUU, gracias a la cual pudo trabajar en estas páginas. En ellas nos encontramos con ilustraciones creadas entre el siglo XVIII y principios del XX. Imágenes muy realistas de dibujantes que trabajaban al servicio de los médicos y hospitales de la época con el fin de reproducir un conjunto de escenas con las que doctores, aprendices y pacientes pudieran estudiar y comprender la enfermedad.
Los artistas ya no mostraban las turbulencias de la salud por voluntad propia, sino que debían pasar horas contemplando a los enfermos, atendiendo a sus síntomas, mirando sus arrugas y el color cambiante de sus fluidos hasta lograr hacer el mejor retrato de los dolientes. Un trabajo que en ocasiones llevaba días, e incluso meses. Cuanto más realismo y precisión, mejor podrían comprender el fenómeno los estudiantes de medicina. Las curas del futuro dependerían entonces de estos trazos que ahora contemplamos con tanta admiración como desagrado.
Pero quien haya velado el rostro de un enfermo conocerá de sobra la tierna e infantil belleza de su decrepitud. La tuberculosis, las manchas en la piel, las enfermedades venéreas, la picazón, la depresión, y también el cáncer. The Sick Rose nos pasea por estos dolores y nos cuenta sus orígenes y el devenir o superación de cada uno de ellos. Así, el propósito final de Richard Barnett es el de valorar estas ilustraciones sólo como lo que significan: el retrato de las que fueron nuestras más grandes desgracias, pero también la constatación de las que se convirtieron en nuestras más grandes victorias.
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