Los viejos y sucios dioses. Con este título, el Museo Sigmund Freud, de Viena, muestra hasta el 17 de febrero de 1999, 150 piezas de la colección arqueológica de Sigmund Freud. En la exposición se destacan los vínculos entre las reliquias de la antigüedad y las doctrinas del fundador del psicoanálisis. Sigmund Freud afirmaba que los objetos de su colección le servían para "concretar mis ideas volátiles o preservarlas de la desaparición". En 1899 escribió: "Mis viejos y sucios dioses colaboran en mi trabajo como pisapapeles".
Acostados en el diván, sus pacientes se veían rodeados de 3.000 estatuillas, jarrones, escarabajos, anillos y otros objetos de la antigua Roma, de Grecia y Egipto, así como de algunas piezas chinas, indias y precolombinas. La sala de consultas, que parecía un caprichoso museo de provincia, contrastaba con el estilo conservador burgués de los demás aposentos del apartamento de Viena donde Freud vivió y trabajó durante 40 años. Según el psicólogo Bruno Bettelheim, este constraste reflejaba lo excepcional que era Freud como descubridor del subconsciente y lo trivial que era en su vida familiar. En cualquier caso, la colección era tan importante para el escritor y médico vienés que se preocupó de conseguir salvarla cuando viajó al Reino Unido huyendo de los nazis e intentó reproducir el mismo ambiente en la casa londinense en la que se alojó con su familia hasta su muerte. Continúa leyendo
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