20 jun 2012

El suicidio de Arthur Koestler

Arthur Koestler (Budapest, 5 de septiembre de 1905 - Londres, 3 de marzo de 1983), fue un novelista, ensayista, historiador, periodista, activista político y filósofo social húngaro de origen judío. Su nombre de nacimiento fue Kösztler Artúr, que cambió posteriormente a Arthur Koestler al nacionalizarse británico.

Vivió intensamente la revolución dirigida por Béla Kun, sintiéndose un "comunista romántico". Tras la caída de la "Comuna", escapó de Hungría con su madre y se instaló en Viena. Entre 1922 y 1929 se hizo sionista seguidor de Zeev Jabotinsky. Tras abandonar sus estudios, partió hacia Palestina para trabajar en un kibutz, pero no estaba preparado para las labores agrícolas. Regresó a Europa, a Berlín, donde ingresó clandestinamente en el Partido Comunista en 1931.

Viajó a la Unión Soviética pero al conocer el régimen de Stalin regresó en 1934. Estuvo como corresponsal del diario inglés News Chronicle en la Guerra Civil Española y fue detenido por los franquistas tras la caída de Málaga en febrero de 1937. Encarcelado en Sevilla, fue condenado a muerte y finalmente canjeado por la esposa del aviador del ejército nacionalista Carlos Haya, gracias a la mediación del Foreign Office. A la vuelta de la guerra civil española, abandonó definitivamente el Partido Comunista y se convirtió en un detractor acérrimo del comunismo. Participó en la Segunda Guerra Mundial donde, apresado por los nazis, fue internado en el campo de concentración de Vernet d'Ariège. Gracias a la ayuda de un miembro del Servicio de Inteligencia fue puesto en libertad condicional y se estableció en Marsella, desde donde consiguió pasar a Argelia y de allí a Casablanca e Inglaterra.

De su internamiento en el Vernet d'Ariège escribió La lie de la terre (1941).

Se interesó por la parapsicología, a la que dedicó sus libros Las raíces del azar y El desafío del azar.

Enfermo de leucemia y Parkinson, se suicidó en 1983.

Koestler y el judaísmo

Koestler, cuya madre era judía, fue durante su juventud adepto de esta religión, pero posteriormente la rechazó y se declaró ateo. Posteriormente, hizo en algunas de sus obras afirmaciones sobre el judaísmo consideradas por algunos como polémicas.

En La decimotercera tribu anticipó la polémica tesis según la cual los judíos ashkenazíes no descienden de los antiguos judíos sino de los jázaros, un pueblo turco del Cáucaso que se convirtió masivamente al judaísmo en el siglo VIII d. C. y más tarde fue desplazado hacia el oeste, para arraigarse en Rusia, Ucrania y Polonia. Koestler afirmó que parte de su intención al escribir esta obra fue desarmar el antisemitismo, derribando la identificación de los judíos europeos con los hebreos bíblicos, y así quitar todo sentido a la acusación antisemita tradicional de deicidio. En tiempos posteriores, la teoría del origen jázaro fue usada con los fines más variados, incluso para refutar la posición israelí en el debate acerca de los antecedentes históricos de la vinculación de los judíos con Palestina. Algunos sectores antisemitas se adhirieron, paradójicamente, a la idea.

Koestler apoyaba la existencia del Estado de Israel pero se oponía a la cultura judía de la diáspora. En una entrevista publicada en el London Jewish Chronicle en los tiempos de la creación del Estado israelí, Koestler afirmó que todos los judíos deberían o bien establecerse en Israel o bien asimilarse completamente con sus culturas locales.

El suicidio de Koestler

El 3 de marzo de 1983 la española Amelia Marino acudió a casa de los Koestler para hacer la limpieza. Vio muy pronto la nota. Estaba escrita por Cynthia Koestler y decía:

“Por favor, no vayas al piso de arriba. Telefonea a la policía y diles que vengan a casa".

Amelia llamó inmediatamente a una amiga de la familia y le leyó la nota. Fue esta amiga quien llamó a la policía. Cuando el inspector David Thomas llegó a la casa se dirigió directamente al piso superior. Los encontró sentados plácidamente en sus lugares habituales. Arthur en su sillón con la espalda hacia el balcón y un vaso vacío en la mano. Cynthia estaba en el sofá, a su izquierda. Llevaban 36 horas muertos. La causa fue una sobredosis de barbitúricos

Con su muerte Arthur Koestles fue fiel a la última causa que defendió en vida: la eutanasia voluntaria. Si a lo largo de los años sesenta había defendido incansablemente que ningún hombre tiene derecho a matar a otro hombre a sangre fría, en sus últimos años pasó a defender, prioritariamente, que cada hombre tiene derecho a matarse a sí mismo a sangre fría.

Junto a Arthur estaba la siguiente nota, redactada casi un año antes, el 3 de junio de 1982:

"A quien pueda interesar. El propósito de esta nota es dejar totalmente claro que intento suicidarme tomando una sobredosis de fármacos sin el conocimiento ni la ayuda de ninguna otra persona. Los fármacos han sido conseguidos legalmente y acumulados durante un largo perido de tiempo. Intentar suicidarse es un juego arriesgado cuyo resultado es únicamente conocido por el jugador si el intento falla, pero no si tiene éxito. Si este intento fallase y yo sobreviviera en un estado físico o mental deficiente en el que no pudiera controlarme a mí mismo o comunicar mis deseos, solicito que se me permita morir en mi propia casa y no ser resucitado o mantenido artificialmente con vida. Solicito también que mi mujer, o el médico o cualquier otro amigo presente, haga valer el ‘habeas corpus’ contra cualquier intento de trasladarme de mi casa a un hospital. Mis razones para decidir poner un fin a mi vida son sencillas y convincentes: La enfermedad de Parkinson y una variedad de leucemia que mata lentamente. He mantenido esta última enfermedad en secreto incluso a mis amigos íntimos para evitarles aflicciones. Después de un declive bastante rápido durante el último año, el proceso ha alcanzado actualmente un estado agudo con complicaciones añadidas que me aconsejan buscar mi autoliberación ahora, antes de que sea incapaz de preparar las cosas adecuadamente. Quiero que mis amigos sepan que abandono su compañía con plenas facultades mentales, con alguna tímida esperanza en una vida posterior despersonalizada más allá de los límites del espacio y del tiempo y de los límites de nuestra comprensión. Este sentimiento oceánico me ha sostenido frecuentemente en momentos difíciles, y ahora también, mientras estoy escribiendo esto. Lo que hace, a pesar de todo, difícil dar este último paso es el dolor que pueda infligir a mis pocos amigos supervivientes, especialmente a mi esposa Cynthia. A ella le debo la relativa paz y felicidad de la que he disfrutado en este último periodo de mi vida –y nunca antes." Fuentes: wikipedia, El café de ocata

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