12 feb 2010

Hijos y famosos

Es de suponer que muchos hijos de famosos preferían no serlo. En primer lugar siempre se habla del "peso del apellido". Se establece una especie de competencia entre hijos y padres por no quedar rezagados en el anonimato, por obtener los mismos logros, por "estar a la altura de". Y, luego, las siempre horribles comparaciones en cuanto a su aspecto. No siempre los hijos heredan las belleza y el buen estilo de sus padres. Ni su talento. Muchas veces, las sucesivas separaciones y divorcios de los padres, o las exigencias apabullantes de los padres respecto de los hijos acaban en el suicidio o en la desgracia de estos últimos. Un ejemplo de ello, la saga de los Brando...

JUDY GARLAND Y LIZA MINELLI
Pero también es cierto que hay casos en los que la cosa funciona. Para ello tenemos el ejemplo de Judy Garland y Liza Minelli, dos mujeres con un enorme talento y mucha personalidad.

CAROLINA DE MÓNACO Y CARLOTA CASIRAGHI
Los genes de Carolina se transmitieron al completo a Carlota: nariz respingona, labios gruesos en forma de corazón, pelo oscuro y piel de porcelana. No ocurrió así con los hermanos de Carlota, más parecidos a su padre.

DEMI MOORE Y RUMER WILLIS
Otro caso en el que los genes de la madre han dominado a los del padre. Ambas tienen un rostro alargado y las similitudes son infinitas: nariz redondeada, labios finos, ojos almendrados y azules. No pueden negar su parentesco.

INGRID BERGMAN E ISABELLA ROSELLINI
Ambas tienen una belleza singular a la que han sabido sacar partido en la gran pantalla. Una mirada desafiante, una mandíbula ancha y fuerte y un tono rosado en la piel, pero sobre todo en los labios; todos estos rasgos supieron enamorar... y no sólo a la cámara.

KIRK Y MICHAEL DOUGLAS
Éste es uno de los parecidos más asombrosos entre padre e hijo. Michael ha heredado toda una serie de rasgos que imprimen a su rostro una distinguida personalidad. ¿Habría conseguido ligar tanto sin ese hoyuelo en la barbilla?

CHARLES CAHPLIN Y GERALDINE

Otro caso de buena genética y mucho talento. Charlie Chaplin era cómico dentro y fuera del cine. Gustaba a la gente y le gustaba la gente. Se recuerdan escenas públicas como aquella en un restaurante en que, al pedir su plato preferido de pescado, pescado a la plancha entero y muy grande, se ponía a dramatizar mientras todo el restaurante miraba desternillándose de risa cómo se lo comía lamentando su pérdida. U otras como probar el vino que le daba el camarero en su primera copa, escupirla con enorme asco ante el asombro de todos, incluido el camarero, y cuando se hacía el silencio mirar al camarero y decirle: «¡Excelente!». Son anécdotas de cómo la vida con él era una caja de sorpresas. (Comentado por su hija Geraldine en entrevistas). En los últimos años de su vida se mantuvo alejado del mundo en su mansión de Suiza, donde falleció el 25 de diciembre de 1977, mientras dormía, a la edad de 88 años. Alguna vez su hija Geraldine comentó curiosamente que a Charlie Chaplin nunca le gustó la Navidad ni disfrutar de ella, y que murió ese mismo día para recordarles todos los años la fecha de su muerte.

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