COLECCIONISMO - Afición a coleccionar objetos. La afición a reunir conjuntos de cosas de una misma clase se denomina coleccionismo. Existen coleccionistas de todo tipo de objetos, pero todos tienen un elemento común, y es que buscan en las piezas reunidas un placer estético e intelectual, al margen de que, a menudo, la recolección lleve también aparejado un atesoramiento económico. Posiblemente esta actividad ha acompañado al hombre desde tiempos inmemoriales, pero no ha quedado constancia de ello. El primer coleccionista del que hay noticia es el rey asirio Asurbanipal, quien, tras conquistar Egipto en el 666 a. de J.C., trasladó a Nínive, capital de su imperio, dos obeliscos y 32 estatuas. Más que la contemplación de la belleza escultórica, lo que debió de mover al rey asirio a realizar el costoso traslado fue su deseo de propagar al mundo sus hazañas guerreras. El mismo afán propagandístico, aunque en este caso unido a un componente religioso, debieron tener las colecciones de estatuas y objetos de culto reunidas en el s. V a. de JC. en los recintos sagrados griegos de Delfos, Olimpia y Éfeso. Durante el helenismo, las obras de arte se desacralizaron, lo que permitió coleccionar y reunir estos objetos a las elites cultivadas. Los nuevos coleccionistas compraban cuadros, esculturas, pinturas, cerámicas o mosaicos motivados por la belleza intrínseca de las obras. El aprecio de las obras escultóricas y pictóricas en función de criterios estéticos provocó que el artista se deslindara del artesano y se individualizara mediante la firma del producto de su trabajo. En este sentido, durante la época helenística, las ciudades griegas se poblaron de obras de los más famosos escultores y pintores. La conquista de Siracusa (212 a. de J.C.) y Corinto (146 a. de J.C.) por Roma llevó aparejado el saqueo de las ciudades y el traslado a Roma de las obras de arte que en ellas se encontraban. La contemplación de estos hermosos objetos desató un afán coleccionista en las elites romanas. A partir de ese momento, Roma se convirtió en la capital del coleccionismo. Con el fin de surtir el nuevo mercado, en Atenas comenzaron a copiarse en serie las obras realizadas por los artistas griegos antiguos más famosos. Pero no sólo se compraba pintura y escultura, sino que también se reunían otros objetos. Ha quedado constancia, por ejemplo, de que los soldados de César asentados en Grecia saqueban sepulturas en busca de antiguos vasos griegos, que alcanzaban precios muy elevados en el mercado de antigüedades de Roma. Como también, que el emperador romano Augusto coleccionaba monedas y huesos de animales fosilizados. Y con el coleccionismo vino la falsificación. Durante la Edad Media, las únicas colecciones son las que reúne la Iglesia. Predomina en ellas la sacralización de los conjuntos, cuyo fin era invariablemente de orden moral y religioso y, en menor medida, didáctico. También entonces cundió la falsificación y tráfico de reliquias. A raíz del interés del Renacimiento por retomar postulados de la Antigüedad, se vuelve la mirada hacia las creaciones antiguas como un modelo a seguir, tanto en el arte como en la cultura. Los restos eran vistos, en todo aquello que hacía referencia al arte y a la literatura, con admiración y desde un prisma idealizante. En esa línea, los vestigios arquitectónicos, las esculturas y todo lo relativo a Grecia y a la Roma clásica fue estudiado con pasión. En este proceso, las cortes principescas italianas desempeñan un papel primordial. Ya a lo largo del s. XV se produce un cambio en la mentalidad. El ejemplo más significatiavo de este desarrollo cultural se produce en Florencia, donde aparece un nuevo tipo de coleccionista y mecenas cuyo prototipo es la familia de los Médicis. Se convirtió en un fenómeno muy común que los artistas estimularan la formación de colecciones. Así lo hizo Donatello para Cosme de Médicis, y el conjunto mediceo estuvo abierto a los creadores para su estudio. El artista, en la medida en que podía, también reunía objetos artísticos. Sabemos, por ejemplo, que Mantegna atesoraba una colección de piezas antiguas. Por otra parte, la aparición de estatuas antiguas en Roma a fines del s. XV estimuló la creación de colecciones en la capital. En el s. XVI, la palabra «museo» designaba las colecciones de curiosidades o ciencias, así como los locales donde se conservaban pequeños objetos de arte. Su exhibición se hace en función del febril afán coleccionista que se despliega en la época sin otro sentido que mostrar el mayor número posible de piezas, dispersas, quizá con algún sentido estético, una tras otras. En Italia, por ejemplo, hay contabilizadas hasta doscientas de estas cámaras y también se ha constatado su existencia en Francia, Alemania y España. Este tipo de colecciones se prolongará hasta mediados del s.XVIII cuando se ponen de moda las galerías, donde se exhiben principalmente pinturas y también esculturas. Ello comportó nuevos criterios de exposición que han permanecido vigentes hasta la actualidad en las pinacotecas europeas.
Durante estos siglos las colecciones reales fueron aumentando en importancia y servirán de base para la constitución de los futuros museos nacionales. Fernando de Habsburgo reunió en su castillo, en las cercanías de Innsbruck, una bibliotea de 4000 volúmenes, 900 tapices, más de 1000 cuadros y grandes cantidades de medallas, bronces y cerámicas. Esta colección fue el núcleo del actual Museo de Viena. En el s. XVIII los museos se pusieron de moda. Dejaron de ser un mero gabinete de pintura y escultura y reunieron todas las producciones del intelecto humano. Psicología del coleccionista. La persona que colecciona objetos lo hace en primer lugar por el placer que le causa su posesión. Los objetos son, en muchos casos, fuente de contemplación y objeto de estudio. El coleccionista se adentra paulatinamente en el análisis del objeto de su devoción y poco a poco va adquiriendo un conocimiento más profundo de aquello que colecciona. El coleccionista llega de una manera gradual al acaparamiento de objetos. Algunas colecciones se suelen comenzar desde niños, como es el caso de sellos o monedas. Estos objetos, que se encuentran por todas partes, despiertan en el niño su curiosidad, son atractivos y, además, tienen un contenido histórico. Son una ventana a un nuevo mundo. Otras colecciones exigen tener poder adquisitivo. Sin embargo, aunque se trata de un coleccionismo más elaborado, el espíritu es el mismo que en el niño. Cualquier cosa puede ser un objeto coleccionable, incluso aquellas que puedan ser consideradas como de mal gusto. Es el caso de instrumentos de tortura o las cuerdas de ahorcado reunidas en el s. XIX por Thomas Tynvitt y algunos de cuyos ejemplares se remontan a la segunda mitad del s. XII. Cada cuerda adjuntaba la biografía del ajusticiado. Diferencias entre el coleccionismo antiguo y el moderno. Hay una clara tendencia a la especialización. Antiguamente un mismo coleccionista tenía distintas aficiones y reunía objetos de todo tipo. En la actualidad, y sobre todo por influencia anglosajona, se registra un auge del coleccionismo especializado y se impone cada vez más centrarse en un determinado tema o época, como por ejemplo soldados de las fuerzas británicas durante la II Guerra Mundial o cierto tipo de locomotoras de un metal específico o antiguas herramientas de jardinería o, en los últimos tiempos, acciones de empresas desaparecidas o tarjetas de crédito caducadas. Cuanto mayor poder adquisitivo tiene una sociedad, mayor es el interés por coleccionar. El coleccionista termina convirtiéndose en muchos casos en un auténtico especialista en la materia. Todo lo que se mueve alrededor de ese tema despierta su pasión. La sociedad mira al coleccionista como a un iniciado. Fruto del interés por este tipo de personajes es el éxito de la novela del español Arturo Pérez Reverte El club Dumas, que refleja en parte la psicología de estos expertos. Por otro lado, el campo abierto por la telemática, especialmente Internet, ha modificado el mundo de las subastas de antigüedades y originado foros de discusión abiertos. Funcionan, además, como fuente de información para quienes empiezan.
20 feb 2010
Coleccionismo
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