14 dic 2009

El trabajo doméstico no remunerado

«¿Cuánto vale el trabajo doméstico?». Es una interpelación necesaria para conocer la realidad económica en su totalidad y, en su caso, resarcir con una compensación a quienes lo desarrollan, mayoritariamente las mujeres. Se oculta porque se conoce que hacerlo visible generaría la necesidad de avanzar hacia una solución en esa desigualdad social y económica que siempre ha sufrido una parte muy mayoritaria de la población femenina.

Hoy en día supone, además, una contradicción clara que se desconozca el valor del trabajo doméstico y, en cambio, en cualquier otra actividad productiva todo se traduzca a dinero para dimensionar si es rentable y competitiva. Algunos estudios estiman que esa falta de cuantificación económica del trabajo doméstico dentro de la riqueza generada en cada país o región supone una «ocultación» de una actividad esencial. Esa invisibilidad del valor de ese trabajo alcanza «hasta un 50% del total del tiempo de trabajo y de la producción final de un país», lo que representaría entre un 30% y un 50% del Producto Interior Bruto (PIB).

María Luisa Moltó, del Institut Universitari d'Estudis de la Dona (UED) (Universidad de Valencia), y Ezequiel Uriel, de la Universidad de Valencia, avanzan en la cuantificación económica del trabajo doméstico en un estudio publicado en el último número de «Cuadernos de Información Económica», que edita la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas). Llegan a la conclusión, sobre datos desglosados y cerrados de 2003, que «el número total de horas dedicadas al trabajo no remunerado es del orden de 46.000 millones anuales con un valor que asciende a 332.506 millones, lo que supone que se generan anualmente 7.916 euros per cápita en la producción doméstica y de voluntariado». Esos datos están referidos al conjunto del Estado español, pero los dos profesores universitarios trasladan ese peso del trabajo no remunerado al PIB, lo que les lleva a la conclusión de que supone el 42,5% del PIB (467.500 millones en 2007).

Esta proyección económica trasladada al PIB de Hego Euskal Herria nos llevaría a determinar que el trabajo doméstico no remunerado supone al año, al menos, una cantidad que ronda los 35.000 millones, que nadie compensa. Un estudio anterior (2003) realizado por Eustat determinaba que en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa el trabajo no remunerado alcanzaba al 33%. En otro de Catalunya representaba el 40% y el 37%, en Galicia. El porcentaje de aportación de las mujeres oscilaba en los tres casos analizados entre el 62,5% y el 75% a nivel general.

Ambos reconocen que, a diferencia de cualquier otro tipo de trabajo, «el doméstico no tiene horario, ni vacaciones, siendo imprescindible y muchas mujeres deben compatibilizar con otro empleo en una jornada diaria, porque en muchas familias no se puede pagar un salario de sustitución». Moltó y Uriel afirman con rotundidad que está «fuera de toda duda» que el trabajo doméstico y de voluntariado «no tenga valor». Por lo que se preguntan, porqué los gobiernos «que miden anualmente todo lo que se produce en un país», ya sea bienes o servicios proporcionados a todos de forma gratuita, aunque pagados con impuestos de todos, como son la Sanidad y la Enseñanza, «o bien servicios previo pago cuando se reciben de empresas y compañías privadas, no dedican los recursos necesarios para medir de forma sistemática lo que costaría el mantenimiento cotidiano de los hogares en todo el país». Esta inquietud de los dos profesores no encuentra una respuesta clara dentro de su informe. Los gobiernos tratan de mantener invisible ese problema con el único fin de no abordarlo. En este sentido, Robert Eisher, ex presidente de la organización American Economic Association, ha reconocido que la realidad de ese problema «no es tanto la invisibilidad del trabajo doméstico realizado por las mujeres, como la visión distorsionada de la economía, provocada por su exclusión».

La realidad demuestra que con la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo, ésta sufre discriminación salarial y laboral, y además tiene que acudir a su casa a continuar, en la mayoría de las ocasiones, a seguir trabajando. En el estudio de María Luisa Moltó y Ezequiel Uriel se reconoce con absoluta claridad que «por regla general, las mujeres dedican más tiempo a las actividades de trabajo no remunerado que los hombres en todos los grupos de edad.

Según el cálculo del uso del tiempo, la mujer emplea cuatro horas y cincuenta y tres minutos en el trabajo no remunerado, lo que significa casi el triple que la hora y cincuenta y tres minutos de los hombres.

La importancia de la evaluación del trabajo remunerado radica, según explica Evelyn Shapiro, de la Universidad de Manitoba (Canadá), en la necesidad de hacer un seguimiento de la actividad económica y de la injusticia que supone.
del tiempo

de trabajo y la producción final de un país está fuera de los medidores de la actividad económica y de la riqueza que genera. Es un problema grave, porque además genera una discriminación bruta.

46.000
millones de horas

se dedican al año al trabajo no remunerado, según el trabajo que recoge Funcas. Tienen un valor ascendente de 332.506 millones de euros, lo que genera anualmente 7.916 euros per capita.

73,4%
de las mujeres

del Estado español participa en el trabajo no remunerado. Los datos para Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, Catalunya y Galicia indican que oscila entre un 62,5% y un 75% esa participación de la mujer.
Diferencias importantes en las comparaciones internacionales

En diversas comparaciones internacionales y con otros estudios similares que determinan el valor del trabajo no remunerado, los autores constatan que «son más heterodoxas». Entre las causas de estas diferencias en el cálculo final, se encuentran los distintos salarios que se producen y también de cultura horaria del trabajo. Hay que tener en cuenta que los datos sobre los salarios medios del Estado español son «bastante inferiores» a los que se producen en otras economías de la Unión Europea y de los países desarrollados a nivel mundial.

María Luisa Moltó y Ezequiel Uriel confirman que en Nueva Zelanda y Australia «presentaban en 1992 valores del trabajo no remunerado del 42% y 44% del valor del PIB, respectivamente, muy próximos al porcentaje que en los estudios se produce para el caso español, tanto en 1996 como en 2003». En países como en Noruega y Alemania, sin embargo, «se encuentran por debajo de la media» del 42,5% español, ya que alcanza el 38% y el 32% respectivamente. El estudio señala que el caso de Japón es «paradigmático, al mostrar el impacto de las diferencias culturales tanto en el valor del trabajo no remunerado, con un porcentaje de PIB de tan sólo un 15,2%, como en cuanto a la aportación de las mujeres del trabajo no remunerado que es particularmente elevada, con un 88,6%». En cuanto a los porcentajes de participación de las mujeres en el trabajo no remunerado se observa que Japón es el país donde es mayor, aunque en el Estado español alcanza también al 73,4% de las mujeres, lo que muestra la importancia de este sector productivo oculto a las estadísticas oficiales de generación económica.

En Australia, el 66% de las mujeres participa del mismo, mientras que Nueva Zelanda y Noruega se mueven en el 65% y Canadá, en el 60%.

Estos datos aportados en el estudio de Funcas resaltan la tremenda desigualdad existente en la economía, que no cuantifica en dinero el trabajo en los hogares. Esa discriminación se produce a nivel internacional y fija una brecha entre hombres y mujeres que es muy elevada. Porque también se ve en la muestra sobre el tiempo medio diario no remunerado en distintos países que la mujer dedica en casi todos más del doble, incluso el triple, del tiempo que los hombres a las tareas domésticas.

La diferencia media se encuentra entre unas cinco horas y treinta minutos que dedican las mujeres a las dos horas y cuarenta minutos de los hombres, según los datos más elevados de ambas partes.

En Japón y en Italia, según los datos de los profesores universitarios, las diferencias son muy apreciables, ya que se cuadruplica el tiempo dedicado a las tareas no remuneradas en el hogar por parte de las mujeres en relación a los hombres. En el Estado español casi se triplica, lo mismo que en Austria. En Dinamarca, Estado francés, Alemania, Holanda, Suiza y Finlandia, entre otros, las mujeres emplean el doble. J. BASTERRA
16.470 empleadas del servicio doméstico

En el otro lado de la balanza se encuentran las mujeres que sí trabajan en el servicio doméstico en aquellos hogares que se pueden permitir ese gasto. Según los datos de la Seguridad Social, en Hego Euskal Herria existen 16.470 trabajadores en este servicio doméstico. Tres de cada cuatro son trabajadoras continuas y es donde mayor inmigración se está concentrando en los últimos años, según reconocen esas estadísticas oficiales. Se calcula que ese número es tan sólo una tercera parte de las trabajadoras que realizan ese servicio, dado que existe «bastante fraude» y una «explotación» de una gran parte de quienes realizan ese tipo de trabajo. En estos momentos, el Ministerio español de Trabajo y Asuntos Sociales trabaja en una nueva ordenación del Régimen Especial de Empleadas del Hogar para acercar a ese sector al Régimen General de la Seguridad Social. Todavía sólo se conocen algunos elementos introducidos, pero desde el propio sector se exige que el trabajo semanal no supere las 40 horas. En algunos casos, a esas trabajadoras se les obliga a computar jornadas superiores a las doce horas diarias. La nueva regulación obligará a quien contrate a que informe del mismo a los Servicios Públicos de Empleo, para lo que se firmará una relación laboral por escrito, ya que en la actualidad la mayoría son de palabra. Se consensuará la jornada laboral con la trabajadora y «los despidos no podrán ser sin causa justificada». En caso de cese obligatorio, la indemnización se equipararía al resto de los sectores productivos. Deberán cotizar, pero tendrán prestaciones. J. BASTERRA, Gara

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