JFK dejó para la eternidad aquello frase suya de que él también era berlinés. Hoy por hoy, todos los políticos, y digo todos (no hay diferencias entre izquierdas y derechas) pueden sostener sin rubor que ellos también son keynesianos. Y es que, en cuanto tocan poder, aplican esa máxima económica marxista. Marxista de Groucho: más madera. Y nosotros, los contribuyentes, hemos de seguir sosteniendo su imparable máquina de gasto público desaforado, proteccionista, electoralista, etc y etc.
Uno es tremendamente incrédulo sobre esas teorías de que el NewDeal, o las políticas keynesianas sirvieran de algo para salir de la crisis del 29. Tampoco creo que fuese el megaestímulo económico de la IIGM el que sacaría al mundo de la recesión. O quizás sí, pero no entendida la guerra como una mera medida política económica de demanda. Lo que ocurre es que los únicos que lo formularon descarnadamente cómo usar la guerra para salir de la crisis fueron los ideólogos keynesianos por excelencia, los nazis.
Permitidme que os resuma exageradamente el modelo socioeconómico del fascismo o del nazismo. En el mismo la lucha de clases del marxismo era eliminada. Trabajadores y empresarios convivían en feliz armonía. Los trabajadores encuadrados bajo sindicatos verticales, tutelados por el Partido, garante de innumerables conquistas sociales (vacaciones, seguros sociales, etc). Los empresarios contaban con esta paz social, pero a cambio debían renunciar a lo que entendemos por libertad de empresa. El mercado era sustituido por un remedo del mismo, trufado de medidas intervencionistas, cuando no de puro nepotismo.
Y aquí algunos os preguntareis como se conseguía esa cuadratura del círculo. Algunos dirán que era pensar en la Patria, en el interés nacional (social, o general, o cualquiera de esas entelequias) y ponerse todos a trabajar como hormiguitas. De eso nada. El Estado financiaba esa paz social, ese paraíso, a través de deuda e impuestos. Pero el NSDAP era plenamente consciente de que esto no era sostenible a largo plazo. Y se recurría a un modelo económico de éxito probado en la antigüedad: el pillaje. Y para dicho pillaje no eran suficientes los recursos que eran expoliados a los alemanes marcados como no alemanes por el régimen.
Y es que la teoría del Lebensraum o espacio vital no deja de ser otra cosa que la versión sofisticada del pillaje. El pueblo (alemán) necesita espacio (pensemos en las políticas de natalidad), recursos para sobrevivir. El pueblo alemán deben expandirse y apoderarse de esos recursos. Y, colorín colorado, ya tenemos cómo financiar esa maravillosa comunidad nacional por encima del mercado y de las tensiones sociales: el robo, la esclavitud, etc. Nada nuevo bajo el sol.
Evidentemente, el otro bando no lo formulaba tal que así, pero está claro que también aplicó su propia política de Lebensraum, especialmente provechosa si tenemos en cuenta que fueron los que ganaron el conflicto. Así, pudieron apoderarse de mercados, sojuzgar naciones, desarrollar nuevos modelos neocoloniales que permitiesen soportar al Estado del Bienestar en buena parte de los países occidentales. Quizás, cuando se dice que el mundo salió de la crisis tras la IIGM habría que estudiar quién salió y quién se quedó pagando el pato.
Solo un inciso final para todos aquellos que están descubriendo ahora el relativo valor del dólar, para aquellos que no se explican en qué se ha sustentado durante años dicho chollo que ha contribuido a financiar el American way of life. Pues era evidente señores. Se basaba en algo tan viejo como el derecho de conquista. Y si sustentábamos su déficit, usando su moneda, era en buena medida el pago de su papel como sheriff mundial, lo mismo que Roma pagaba a sus mercenarios. La seguridad tiene un coste, y eso lo saben los protegidos de Corleone o los contribuyentes de cualquier modalidad de impuesto revolucionario.
Por tanto, cabe concluir que la guerra en sí no es precisamente una solución a los problemas económicos. O sí, si hablamos tan solo de los vencedores. El blog salmón
14 dic 2009
La guerra como solución a la crisis
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