7 dic 2009

Las leyes del emparejamiento: ¿de quién nos enamoramos?

En un estudio de 168 culturas diferentes, el antropólogo Bill Janko­Wiak halló una fuerte evidencia a favor de la presencia de amor románti­co en casi el noventa por 100 de ellas. Para el diez por 100 restante, la evidencia antropológica era demasiado imprecisa para extraer conclusio­nes definitivas.

Según diversos estudios, universalmente «el amor y la atracción mutua» es calificado como el más indispensable de los dieciocho atributos que se les daba a elegir para caracterizar a la persona con la que se casarían -y eso por ambos sexos y en todas las culturas. Más allá de las singularidades de las prescripciones culturales, la diversidad de sistemas de emparejamiento, las convulsiones políticas, las dispares condiciones económicas y la multiplicidad de creencias religiosas, los humanos de todo el mundo anhelan el amor.

Pero ¿cuáles son los componentes del deseo? En todo el mundo la gente busca una pareja que sea amable, comprensiva, inteli­gente, fiable, emocionalmente estable, poco exigente, atractiva y sana. Sin embargo, las culturas difieren enormemente en cuanto a la importan­cia que atribuyen a ciertas cualidades. La virginidad, por ejemplo, es una cualidad virtualmente indispensable en la pareja para casi todos los chi­nos, pero irrelevante para la mayoría de los suecos y holandeses.

Pero lo más sorprendente para los científicos sociales fue el descubrimiento de diferencias universales entre los sexos. Los hombres de todo el mundo dan más importancia a la juventud y al atractivo físico, cualidades reconocidas como importantes signos de fertilidad y futuro potencial reproductor de la mujer. Las mujeres de todo el mundo desean hombres ambiciosos, que gocen de una posición social decente, posean recursos o el potencial para adquirirlos y que sean unos años mayores que ellas. Durante toda la vasta historia evolutiva humana, los hijos de una mujer han sobrevivido y prosperado mejor cuando la mujer ha elegido a un hombre rico en recursos y comprometido a invertirlos en su pareja.

Por otra parte, suele funcionar el emparejamiento selectivo según el cual las personas inteligentes y cultas tienden a casarse con personas con las que puedan compartir sus ideas y erudición. Las personas atractivas y seductoras buscan pareja igualmente atractiva. Aunque los opuestos ocasionalmen­te se atraen, en el amor duradero los «8» generalmente se casan con los «8», y los «6», con los «6».

Sin embargo un estudio reciente señala que la mayoría de las personas manifiestan «ilusión de amante», un exceso de optimismo sobre sus posibi­lidades de éxito marital. Mientras que aproximadamente el cincuenta por 100 de los matrimonios acaban en divorcio, sólo un 11 por 100 de las personas casadas piensa que su propio matrimonio puede acabar en divorcio. En un grupo de edad más joven de individuos solteros, sólo el 12 por 100 piensa que en su futuro matrimonio habrá una probabilidad del cincuenta por 100 de acabar separándose, por bien que entre los que se casan ahora, la probabilidad de divorcio ha aumentado hasta el 64 por 100. Estas cifras quizá reflejen sesgos adaptativos que, aunque desviados de la realidad, aumentan la probabilidad de éxito. De acuerdo con esta explicación, el amor es una emoción que motiva a las personas a perse­verar en las duras y en las maduras, por mucho que a la larga no siempre funcione. En suma, el amor puede cegarnos de dos maneras: primero, permitiendo que nos conformemos con alguien que no se parezca a nues­tra fantasía de la pareja ideal; y segundo, haciéndonos optimistas acerca del futuro de nuestro romance, y aumentando de este modo la probabilidad de que realmente tenga éxito. PoralPlanetaSedna

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