21 ene 2010

La vida de los ladrones de diamantes

(Podgorica, Montenegro). Cada miembro de la banda hizo su trabajo a la perfección. La atractiva joven sedujo al hijo del joyero romano para averiguar en qué parte de la casa estaba la caja fuerte. La mujer también descubrió que el propietario necesitaba realizar algunas reparaciones en casa. Los otros cómplices se hicieron cargo de las reformas e inspeccionaron detalladamente el lugar. El chófer pasó semanas estudiando cada calle y cada señal de ‘Stop’ del centro de Roma. Y por último, el intruso que abriría la caja fuerte, el más pequeño del grupo, se ocultó en un baúl con doble fondo que los otros dejaron en el balcón de la habitación donde estaba el botín.

Cosas de la suerte, ni siquiera tuvo que reventar la caja fuerte, escondida detrás de un cuadro. El otro hijo del joyero la dejó abierta durante 15 minutos, tiempo más que suficiente para que el hombre sacara los diamantes y saliera a la calle, donde le esperaba un coche. De vuelta en un piso alquilado del barrio de Ostia, cerca del aeropuerto de Fiumicino, la banda se reunía para celebrar la gesta.

“Fue uno de los trabajos más hermosos que jamás haya hecho”, declara el conductor del coche, sonriente mientras responde a las preguntas de GlobalPost en un restaurante a la orilla del mar en la ex república yugoslava de Montenegro.

Parece la trama de la película Ocean’s Eleven. Pero este robo, ocurrido en el 2001 y explicado en detalle por el conductor, es exactamente el tipo de osadía que unos 200 ladrones de la ex Yugoslavia llevan a cabo con tanta frecuencia que Interpol los ha bautizado como los "Panteras Rosas".

Desde 1999, los delincuentes han robado más de 340 millones de dólares en joyas en unos 160 atracos, en al menos 26 países (Dubai, Tokio, Londres, etc.). Sólo se ha podido recuperar una pequeña fracción del botín.

Sin embargo, detrás de la apariencia de glamour que les ha otorgado el apodo policial, se descubre una historia mucho más siniestra. Muchos Panteras surgieron durante la guerra de los Balcanes en los años 90, cuando se aprovechaban de las enormes posibilidades para delinquir que ofrecía la situación en Croacia, Bosnia o Kosovo. Durante años, aprendieron a trabajar en equipos atrevidos y resueltos y a olvidar sus diferencias nacionales y étnicas en busca de un objetivo universal: hacerse ricos rápidamente. Las guerras "“fueron terreno fértil para establecer contactos”, afirma Dejan Durovic, jefe de la oficina de la Interpol en Montenegro. “Cuando acabó la guerra, ya no podían hacerlo en estos territorios por lo cual simplemente desplazaron sus actividades a Europa”.

Según la Interpol, Montenegro, la más pequeña de las repúblicas de la ex Yugoslavia, es el hogar de un número importante de Panteras. La economía se encuentra en un periodo de transición hacia el libre mercado y los montenegrinos intentan arreglárselas con un producto interior bruto per cápita levemente superior al del Líbano o Botsuana. Se necesitaron semanas para organizar un encuentro entre los periodistas de GlobalPost y aquellos que prefieren ganar dinero con el crimen internacional en lugar de trabajar.

Son personas cautelosas que deciden cuándo y dónde se quieren reunir, normalmente de noche, en un café o restaurante que conocen y en el último minuto. Tres de los delincuentes fueron entrevistados en Montenegro y uno en Viena, todos con la condición de no revelar su identidad y que aparecieran con nombres ficticios. Desde entonces, uno de los cuatro ha sido arrestado por la policía de un país occidental y está sigue detenido allí.

Los delincuentes yugoslavos operaban en Europa occidental incluso antes de que el país se desmembrara a comienzos de los años 90. Sin embargo, no fue hasta el final de la guerra de Kosovo, en 1999 – que también significó el fin del lucrativo negocio del contrabando propio de la mayoría de los conflictos- que estos hombres comenzaron a mirar en serio más allá de su región, en busca de nuevos ingresos.

Con los años, la policía europea y de otras partes del mundo se dio cuenta que se enfrentaban constantemente a ladrones de joyas de la ex Yugoslavia, muy bien conectados. En el 2007, Interpol organizó un equipo internacional dedicado a capturarlos y que fue bautizado con el nombre de Proyecto Pantera Rosa.

Sin embargo, lo cierto es que la existencia de una banda única llamada Pantera Rosa no es más que una imaginación, similar a las que tenía el famoso inspector Jacques Clouseau. Los funcionarios de Interpol y los propios delincuentes están de acuerdo en que la llamada ‘banda’ es, en realidad, un grupo disperso de diversas bandas que se conocen entre sí y que cuentan con algunos miembros que van de una a otra.

“Son varios grupos”, afirma ‘Nikola’, el conductor del coche en el atraco de Roma de 2001. “En un grupo hay unos cinco o seis. Más de seis es demasiado. Si hay más, cada uno toca menos. Debe haber confianza mutua”.

La mayoría de los trabajos comienza con la recopilación de información, explican los delincuentes. Puede ser algo tan sofisticado como un informante que entrega datos sobre el sistema de seguridad de una joyería, o tan básico como un ladrón que se da cuenta que una determinada tienda tiene un gran escaparate cerca de la entrada principal o está en una calle que permite una fuga rápida. Las bandas normalmente incluyen a una mujer, que acompaña a los hombres del grupo a la tienda en una misión de reconocimiento.

Un delincuente croata que afirma que ahora se dedica a negocios legales recuerda haber trabajado con un equipo de montenegrinos y serbios que conoció en Lausana: “Hablo francés y visité varias tiendas de relojes y joyerías, hice preguntas, observé, reconocí los puntos débiles de la seguridad, sin despertar ninguna sospecha. Tenía una novia de una acaudalada familia vienesa que, sin saberlo, era la pantalla perfecta”.

“Un buen robo no debería tardar más de 20 segundos”, explica Zoran, un serbio que conseguía tabaco, alcohol, gasolina y otros productos para el ejército serbio bosnio durante el conflicto en Bosnia. Zoran tiene fotos con los presuntos criminales de guerra serbio bosnios Ratko Mladic y Radovan Karadzic.

“Si nos encontramos con un sistema de seguridad sofisticado y mucha presencia policial, siempre utilizamos señuelos o activamos alarmas en una zona cercana para distraer la atención”.

Zoran dice que ha participado en varios robos en Holanda. “Lo primero que hago cuando llego es conseguir un buen coche, de preferencia un BMW Serie 5, con un gancho en la parte trasera. El gancho es importante porque ayuda cuando vas en reversa contra una joyería. Se necesita un coche potente para escapar y escabullirse de la policía. Pero algunas veces, han reforzado el cristal de modo que cuando le doy al escaparate, el coche rebota. Es desagradable. Otra forma es dejar a alguien esperando en el coche y dos de nosotros entramos en la tienda con ropa elegante y con un maletín”, explica.

Zoran lleva al reportero a otra habitación de su casa en Podgorica, la capital montenegrina, y le enseña un maletín. Lo abre y aparece un enorme martillo de mango corto. “Este martillo va directamente contra el escaparate si vemos que lo exhibido es genuino y merece la pena”, afirma. “Si lo bueno está dentro de la tienda y hay que pedir que lo enseñen, entonces usamos el martillo contra el mueble donde están las joyas”. Y después huyen.

Dos días antes de la entrevista de septiembre con Durovic, el jefe de Interpol, un grupo armado había robado un helicóptero en Estocolmo y protagonizado un espectacular asalto a un banco. Poco después, la policía serbia declaraba a la prensa que había advertido a Suecia de que se planeaba un atraco. (Once hombres, algunos de ellos de etnia serbia, fueron arrestados por la policía sueca). Durovic indica que no tenía información del robo más allá de lo que había leído en la prensa, pero se inclinaba a creer que al menos algunos de los asaltantes eran veteranos de las guerras en los Balcanes.

“Es algo que nadie esperaría y allí está la ventaja”, afirma. “Probablemente algunos de ellos tenían experiencia militar”.

Más allá de la forma en que realicen los robos, ya sea con un martillo o con un helicóptero, los ladrones tienen una eficiencia y sofisticación para deshacerse del botín que no deja de desconcertar a la policía. “No sabemos como lo hacen porque diría que muchos Panteras Rosas han sido arrestados al menos en una vez en su vida y rara vez se recuperan los objetos robados”, señala Emmanuel Leclaire, subdirector de la dirección de Narcóticos y Organizaciones Criminales de Interpol, con sede en Lyon. “No sabemos cuál es el procedimiento para operar con estas joyas y relojes”.

Una parte de la respuesta se encuentra en la muñeca derecha de Rocco, que luce un brillante Rolex de oro. Rocco, que era amigo de Arkan, el fallecido mafioso y criminal de guerra serbio, explica que el reloj, valorado en 33.000 dólares, fue un regalo de uno de los Panteras para agradecerle su buen trabajo, que consiste en “organizar la venta de los objetos (robados)”.

Los relojes van directamente al mercado negro, pero las joyas normalmente son desmontadas o talladas para cambiarles la forma. “Los objetos cambian de forma y se blanquean (como el dinero) ya que se venden a través de los canales establecidos”, explica, en alusión a las joyerías tradicionales. Los compradores pagan entre un 18 y un 25 por ciento del precio de venta al público, añade. Según Rocco y Zoran, Marbella, Amsterdam y Amberes son destinos frecuentes para las joyas robadas.

Rocco representa al típico estereotipo de un paramilitar de mediados de los 90: cabeza rapada, múltiples tatuajes y una voz profunda. Pero también está al día de la política europea y la historia de Montenegro,y ha viajado mucho, incluidas las minas de diamantes de Sierra Leona.

Nikola, el conductor de la misión de Italia, es más tranquilo. Habla inglés de forma fluida y dice que también sabe checo, eslovaco y polaco, además de algo de italiano, español y francés. Estos hombres a menudo aprenden idiomas durante sus estancias en prisiones extranjeras, aunque también son unos alumnos aplicados, porque son conscientes de que esto supone una herramienta crucial para recopilar información. Muchos Panteras son grandes consumidores.

Nikola, que se describe a sí mismo como "un pez mediano", dice que los peces gordos tiene mansiones en España y derrochan dinero en coches, joyas, el juego y prostitutas. A Nikola lo que le gusta es viajar: "Cuando gano dinero, voy a Brasil, Sudáfrica, Kenia...".

El éxito de la Interpol arrestando a numerosos Panteras preocupa a algunos de estos criminales. Dos de los entrevistados por GlobalPost han admitido que les da la impresión de que la Policía está ganando esta última guerra de los Balcanes.

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