10 ene 2010

Peculiaridades de una cultura: Gestualidad japonesa

Consecuente con su interés por lo éxotico, el Viajero Ilustrado experimenta una especial fascinación por Japón y su cultura. Tierra de serena naturaleza -con lagos azules, volcanes, bosques, jardines perfectos- y también tierra de tradiciones milenarias y de tecnología de punta, el contrastante Japón ha inspirado admiración y metáforas entre los foráneos. Bellos nombres poéticos se ha ganado el país nipón, que el Viajero reconoce y alienta. Entre ellos, "país entre el cielo y la tierra", "gran país de los cerezos" y "tierra de honor y cortesía".

Pero por encima de los misterios, los ritos y los nobles paisajes, lo que más curiosidad ha despertado en el Viajero es la gestualidad japonesa, que tan fiel y crudamente revela (como toda gestualidad o lenguaje del cuerpo) la idiosincrasia del ser japonés.

Ese idioma sin palabras que son los gestos dice mucho de la psicología del individuo, advierte el Viajero Ilustrado y trae como ejemplo, en primer lugar, el Aizuchi, ademán con el que se asiente a un interlocutor en Japón. El aizuchi es el gesto que más malentendidos arrastra en la comunicación entre un japonés y un occidental. Para graficar las consecuencias de esta gestualidad erróneamente interpretada, el Viajero toma prestada una situación descripta por el antropólogo y crítico literario Michitaro Tada en su libro "Gestualidad Japonesa". El autor, nacido en Kioto, cuenta que un empresario extranjero había viajado a Japón para realizar ciertas negociaciones comerciales y que al presentar su propuesta con gran entusiasmo ante un empresario japonés, éste, sensible a la vehemencia de su colega, comenzó a asentir con la cabeza. Fue un movimiento inconciente, un gesto usual entre los japoneses. Sin embargo, para el occidental, ese gesto de aprobación fue leído como un "sí" indudable a su proyecto. Gran sorpresa (y no del todo agradable) tuvo el extranjero cuando el japonés se negó a firmar el documento final, ya que no estaba para nada de acuerdo con la propuesta comercial.

El Viajero adscribe a la teoría del citado Michitaro Tada que explica el porqué de este gesto aparentemente contradictorio: los japoneses diferencian el reino de la lógica del de las emociones. Decir "sí" o "no" es un asunto lógico. Y hacer un gesto de consentimiento es una expresión social que parte de las emociones.

Otra característica saliente japonesa es el porte modesto, el bajo perfil, el que los lleva a bajar el mentón o a inclinarse hacia adelante. Al contrario de lo que parece, esta postura, llamada tei-shisei, no es una postura indefensa ni servil, sino más bien conciliatoria, reflejo de la perspectiva del mundo según la mirada oriental.

El Viajero también resalta que para los japoneses, estar sentado (con la cedera baja) es más usual que estar de pie. Estar sentado para ellos no significa estar cómodo o relajado, actitudes atribuidas a esa posición en Occidente, sino que es una posición equilibrada, centrada en el punto más dinámico del cuerpo (la zona abdominal) que permite reaccionar con mayor precisión y rapidez, ante un ataque, por ejemplo. Al mismo tiempo, es una posición de "perfil bajo", no altiva, que se mantiene, por ejemplo, cuando alguien entra a un cuarto. Los japoneses no entienden por qué los occidentales se ponen de pie como señal de respeto.

El Viajero Ilustrado también notó que en el encuentro con un desconocido, los japoneses consideran indecente darse la mano o abrazarse. La razón: no pueden sentir ni expresar intimidad con alguien que acaban de conocer. Es decir, la distancia emocional se corresponde con la distancia física. A la vacilación y la reserva, con el tiempo y el conocimiento, le seguirán, si corresponde, la cercanía y la intimidad. Ahora, en una comida con invitados, por más desconocidos que sean, los vasos de sake (vino de arroz) se comparten, como de atención a los agasajados.

En general, los gestos de los orientales son parsimoniosos y denotan autocontrol. Cuando tienen que expresar algo con mayor pomposidad, suelen utilizar intermediarios, con el fin, por ejemplo, de no controlar al otro con la mirada. El de uso más extendido es el ikebana, arreglo floral en el que toda mujer, desde la sutilleza de los detalles de las ramas y flores, expresa sus sentimientos para ser "leídos" con claridad. El ikebana, dice el antropólogo Tada, es la trasmutación de los gestos de los japoneses. Clarín

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