31 ene 2010

El boom de las bodas cristianas en Japón: un análisis

Hace unos años leí un estudio sobre la religiosidad de los japoneses. Se basaba en una encuesta con que la agencia Gallup tomó el pulso a la religiosidad del mundo con datos de varios países, uno de cuales era Japón. La primera pregunta era: ¿Cree usted en Dios? En Japón más del 90% respondieron que no. De todos los países encuestados Japón era con mucho el más ateo. Sin embargo, a la pregunta ¿Cual es su religión preferida?, más de un 30% de los japoneses respondían que el cristianismo, mientras que el budismo y el shintoismo ¡no llegaban al 10%! Lo curioso es que sólo un 1% son realmente cristianos.

¿Por qué fue posible que esta encuesta diera unos resultados tan extraños? En primer lugar, la traducción al japonés del ¿Cree usted en Dios?, le sonaría a un japonés corriente algo así como: ¿Es usted un seguidor fiel del Ser Supremo? No es de extrañar por ello que tantos contestaran que no, lo que refleja lo difícil que son algunas traducciones. Además, el estudio me hizo recordar aquel dicho que bien puede aplicarse no sólo a las estadísticas, sino también a las encuestas: Hay tres clases de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas. También me vino a la memoria aquello de que si nos preguntan ¿Cree usted en Dios?, la respuesta debe ser: Defíname usted antes lo que entiende por «Dios» y por «creer».

El que un tercio de los japoneses dijeran que la religión que más les gusta es el cristianismo coincidía con mi larga experiencia en Japón. En este caso, la traducción de ¿Cual es su religión preferida? era correcta. A pesar de su origen oriental, que el budismo y el shintoismo tengan tan pocos seguidores en Japón se explica fácilmente. Y es que, para el japonés corriente, los bonzos budistas cobran demasiado cuando se les llama a rezar en al altar familiar, y no digamos a un funeral. Y los templos shintoístas también cobran lo suyo cuando se les pide que ofrezcan el niño recién nacido a los dioses. Las bodas las ofician bonzos shintoístas, pero están perdiendo mucha clientela porque para muchos japoneses una boda cristiana es más barata y más bonita. Los mismos japoneses han compuesto este dicho popular: Nacemos shintoístas, nos casamos cristianos y morimos budistas.
Las bodas en Japón son algo patético. En los hoteles donde se celebran las bodas, hay a veces capillas cristianas en las que trabajan universitarios occidentales vestidos de pastor protestante, y ofician ceremonias made in Hollywood, acompañadas de música de órgano, sin que falte la marcha de Mendelson. Pero muchos japoneses acuden a iglesias católicas. Este fenómeno lo ha sabido aprovechar la Conferencia Episcopal que vio ahí una ocasión para evangelizar. Consiguieron permiso de la Santa Sede para añadir al ritual una ceremonia para matrimonios entre no bautizados, y advirtieron a los párrocos que no se trataba de ganar dinero sino de evangelizar. Sin embargo, la operación ha salido redonda, pues se consiguen bautismos... y dinero.

Lo que llevo escrito lo confirma otra estadística del gobierno japonés. En Japón el gobierno concede con facilidad la personalidad jurídica a los grupos religiosos, y esto conlleva claras ventajas fiscales. Una de las pocas obligaciones es declarar algunos datos, como el número de afiliados. Estas cifras se hacen públicas todos los años, y resulta que, en un país con 120 millones de habitantes, 200 millones están afiliados a alguna religión. Lo que quiere decir que casi todos los japoneses tienen más de una religión y se podría decir que el Japón es el país más religioso del mundo, lo que contrasta con el resultado de la encuesta Gallup sobre la creencia en Dios. ¿En que quedamos? La religiosidad de los japoneses se hace cada vez más misteriosa ¿verdad? Vamos a ver si la historia religiosa del Japón nos aclara algo este enigma.

1) En los albores de la historia del Japón aparece ya un shintoismo muy floreciente: los primeros emperadores son descendientes de los dioses, regentan en su nombre al pueblo y ofician como sacerdotes supremos.

2) Hacia el siglo VI vienen de China y Corea bonzos budistas y traen consigo algo deslumbrante: la escritura y el budismo. La lengua japonesa, que no tenía escritura, lo hace por primera vez con caracteres chinos. Los emperadores se convierten en fervientes budistas, y el budismo pasa a ser instrumento de gobierno y opresión.

3) En el siglo XVI llegan los portugueses con los bonzos cristianos y traen relojes, arcabuces y una religión que no está confabulada con los gobernantes. En algo menos de un siglo cerca de un 10% de los habitantes —muchos de ellos nobles e intelectuales— estaban bautizados. Pero en 1630 Japón se aísla del resto del mundo, y una persecución feroz acaba con todos los sacerdotes y decenas de miles de fieles son martirizados (Sobre esto último he escrito dos artículos para arvo.net: “188 nuevos mártires japoneses a los altares” y “Nagasaki y María”).

4) A mediados del siglo XIX la presión de las potencias occidentales y el hastío de los japoneses hacia la opresión feudal ocasionaron la incruenta revolución Meiji (1868). El Japón se convirtió en un estado moderno de corte occidental, pero con el emperador de nuevo como semidiós al frente del shintoismo.

5) Rusia amenazó invadir Japón, pero los japoneses vencieron al ejército ruso en tierra china. El zar mandó a oriente la potente flota del Báltico, pero la armada japonesa casi la aniquiló en el estrecho entre Corea y Japón en 1905. Murieron 117 japoneses y 4.360 rusos; Japón sólo perdió 3 botes torpederos, mientras que de la flota rusa 21 buques de guerra fueron hundidos, 7 capturados y 6 inutilizados; sólo 4 lograron huir a Vladivostok. Esta victoria fue tan impresionante como inesperada. Los japoneses lo atribuyeron a estar protegidos por los dioses y a ser ellos superiores a los demás. Los militares se hicieron con las riendas del país y, bajo el manto imperial, pretendieron ensanchar el imperio a toda Asia. Este proceso culminó con la entrada de Japón en la Segunda Guerra Mundial, al lado del Eje.

6) El 15 de agosto de 1945 Japón perdió su primera guerra. La derrota no pudo ser más traumática —muchos se suicidaron— pero reconocieron la superioridad de los vencedores y el engaño a que les tenían sometidos los militares. Los vencedores se volcaron con los derrotados: nunca en la historia ha habido un vencedor tan magnánimo con el vencido. El virrey Douglas MacArthur llamó a su despacho a los superiores de todos los misioneros católicos y les ofreció su ayuda para convertir el Japón al cristianismo (Es curioso que, aunque protestante, acudiera a los católicos). Incluso suele afirmarse que MacArthur, en su entrevista con el emperador, le sugirió convertirse al cristianismo, porque un Japón cristiano sería el atajo para un Japón democrático. Los tres años de dominación yanqui, con su generosidad y desenfado, llevó a los japoneses a admirar todo lo norteamericano, también su religión. Por fin habían dado con una religión liberadora. Cientos de sacerdotes católicos fueron al Japón y las conversiones se dispararon.

7) La crisis de mayo de 1968 se hizo sentir en la sociedad japonesa, lo mismo que la crisis postconciliar en la Iglesia, y ambas continúan hasta hoy día con síntomas similares a los del occidente. La población y las conversiones están disminuyendo.

Resumiendo:

(1) La encuesta Gallup muestra que muchos japoneses añoran el cristianismo y que el budismo y el shintoismo no les llenan.

(2) La derrota del Japón en la Segunda Guerra Mundial podría haber sido el principio de la conversión del país al cristianismo, pero el hedonismo y cientifismo occidentales lo frenan.

(3) Un puñado de católicos consecuentes podrían convertir el Japón. La mies es mucha pero los trabajadores pocos y acomplejados.

Fernando Acaso
feracaso@gmail.com

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